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David Graeber

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thumb|Adolf Hitler Adolf Hitler nació el 20 de abril de 1889 en Braunau am Inn, Austria y murió el 30 de abril de 1945 en Berlín. Fue un militar, político, pintor, ideólogo y estadista alemán de origen austríaco que estableció un régimen nacionalsocialista en el que recibió el título de Reichskanzler (canciller imperial) y Führer (caudillo, líder o guía).

Como jefe del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei o NSDAP), dirigió el gobierno del país de 1933 a 1945.

Llegó al poder el 30 de enero de 1933 cuando una gran crisis se abatía en Alemania luego de más de una década de la denominada República de Weimar. Hitler era un orador carismático. Reestructuró la desastrosa economía dándole trabajo a casi seis millones de desocupados en pocos años. Dejó sin efecto el Tratado de Versalles el cual sometía al pueblo alemán con vejaciones humillantes.

En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, Hitler y su esposa, Eva Braun, se suicidaron en su búnker subterráneo de Berlín.

Primeros años

Infancia

thumb|Adolf Hitler cuando era un bebé thumb|Adolf Hitler en la infanciathumb|250px|Árbol genealógico de Hitler Adolf Hitler nació en Braunau am Inn, una pequeña aldea cerca de Linz en la provincia de la Alta Austria, no muy lejos de la frontera alemana, en lo que entonces era el Imperio Austrohúngaro. Fue el cuarto hijo de seis. Su padre, Alois Hitler, (1837–1903), fue un agente de aduanas. Su madre, Klara Pölzl, (1860–1907), fue la tercera esposa de Alois. El nombre "Adolf" viene del antiguo alto alemán y significa "lobo noble" (Adel, 'nobleza' y wolf, 'lobo').

La familia de Hitler se trasladó a menudo, de Braunau am Inn a Passau, Lambach, Leonding y Linz. El joven Hitler fue un buen estudiante.

Su padre quería que su hijo siguiera una carrera como agente de aduanas; en cambio, Hitler quería convertirse en pintor.

Adolescencia en Viena y Múnich

Hitler era un joven inteligente. En dos ocasiones suspendió el examen de entrada a la universidad de Linz. Allí quedó cautivado por las lecturas pangermánicas del profesor Leopold Poetsch, quien influyó notablemente en la mente del joven.

Hitler era devoto de su madre pero tenía problemas con su padre. Padre e hijo no compartían sus ideas políticas. En su libro Mein Kampf (Mi Lucha), Hitler es respetuoso con su padre, aunque indica que había diferencias irreconciliables sobre su firme decisión de convertirse en artista. Alois Hitler deseaba que su hijo llegara a ser funcionario como él, empleo del que se sentía muy orgulloso y al que había llegado prácticamente sin una base académica. Pero al joven Hitler ese futuro no le seducía en absoluto, ya que estaba demasiado alejado de su objetivo: las artes. Se interesó por la pintura y la arquitectura, y deseaba llegar a ser un pintor famoso.

Hitler era, además, un gran lector, que devoraba desde niño las novelas de aventuras de Karl May, a los quince años escribía obras de teatro y era considerado por sus vecinos "un ratón de biblioteca", de hecho, su único equipaje al llegar a Viena, eran cuatro cajas llenas de libros. Un amigo íntimo de aquella época romántica, August Kubizek, no podía imaginar a Hitler sin libros: "Los libros eran su mundo"[1]. Intentó en una ocasión escribir ópera: "Wieland el Herrero", pero el preludio lo desilusionó, lo mismo que algunas poesías que compuso y las rompió.

Hitler había sido socio de tres bibliotecas en su Linz natal (pagando una suscripción bastante alta para la época) y era usuario habitual en la impresionante Hofbibliothek de Viena. En su habitación de Stumpergasse 29, segundo piso, puerta 17, los libros se acumulaban por el piso en filas verticales. Era un asiduo lector de Schopenhauer y, por supuesto, de Nietzsche. La hermana de Hitler, Paula, recordaba que siempre le recomendaba libros y que incluso le había enviado un ejemplar del Quijote de la Mancha.

Al morir su padre, en enero de 1903, su madre mudó la familia a un apartamento modesto en Urfahr, un suburbio de Linz. Poco antes de cumplir los 16 años, Hitler cayó enfermo de una enfermedad pulmonar, que lo obligó a suspender sus estudios en la secundaria por un año. Una vez recuperado, ingresó a una escuela estatal en Steyr. En septiembre de 1905 decidió abandonar la escuela, luego de haber sido calificado positivamente en la asignatura de dibujo. Durante tres años, Hitler se mantuvo en Linz en compañía de su amigo August Kubizek. Según el propio Hitler, estos años serían los "mejores años de su vida".

Al cumplir diecisiete años, Hitler viajó a Viena por primera vez (una ciudad cosmopolita y multicultural), quedándose en la ciudad por dos meses gracias a la ayuda monetaria de sus parientes y de su madre. Durante su estadía, visitó la Academia de Bellas Artes de Viena, donde consultó los requisitos para ser admitido.

En octubre de 1907 regresó a Viena para concursar en la Escuela General de Pintura, de la Academia de Bellas Artes. Se llevó numerosos dibujos suyos, confiando en que llegaría a triunfar como pintor. Hubo 112 candidatos para el curso, de los cuales sólo 28 pasaron los rigurosos exámenes. Hitler no fue aprobado. Un sinodal le explicó que, a pesar de su notable talento, sus dibujos eran de edificios y que en ninguno figuraba la acción de personas o animales. El rector de la Academia le aconsejó intentar en el campo de la arquitectura, pues consideraba que tenía más talento para ser arquitecto. Después de este fracaso hizo gestiones para inscribirse en la Escuela de Arquitectura, pero fue rechazado por carecer del certificado de bachillerato.

Posteriormente, Hitler regresa a Linz, donde su madre ya se encontraba gravemente enferma y quien murió semanas después, el 21 de diciembre de 1907. El médico judío Eduard Bloch atendía a la señora de un cáncer de seno. Frecuentemente el Dr. Bloch le había disminuído los dolores a Klara, y en agradecimiento, Hitler le regaló una acuarela pintada por él.

Después de la muerte de su madre, Hitler regresa a Viena. En su estancia en la ciudad, se ganaba la vida pintando acuarelas, óleos y dibujos, así como cargando maletas y barriendo nieve de la calle. Dedicaba el poco dinero que ganaba en asistir a la ópera, conciertos y actos artísticos.

Hitler se trasladó a Múnich en 1913.

¿Odio hacia los judíos?

Muchos pseudo-historiadores dicen, siempre en base a especulaciones, que su "odio extremo" hacia los judíos era por la posibilidad de que el padre biológico de Alois (y por tanto su abuelo) fuera de origen judío, lo que fue desmentido luego. Otros lo atribuyen a que su madre murió al cuidado de un médico judío, pero el mismo Hitler mostró su agradecimiento al médico por sus atenciones (le regaló una acuarela pintada por él y más tarde como canciller le permitió salir de Austria).

Hitler no poseía ninguna clase de "odio extremo" hacia los judíos, simplemente deseaba darles un país propio, fuera de Europa, pues consideraba a los judíos como una nación extranjera en territorio alemán.

El "antijudaísmo" de Hitler se debía a que los judíos, además de fomentar el derrotismo durante la Primera Guerra Mundial, eran los principales responsables de la extraordinaria miseria reinante en el país, ya que culpaba a los empresarios y financistas judíos de los problemas económicos por los que pasaba Alemania en ese entonces, sobre todo debido a la antigua práctica de la usura. También veía con sospecha y temor que siendo los judíos tan sólo el 1% de la población de Alemania[2], tuvieran tan grande influencia en el gobierno nacional de Weimar, a su vez que eran los principales responsables del crecimiento de los partidos marxistas en la Alemania de pos guerra.

De joven, Hitler creía que los judíos sólo constituían una comunidad religiosa y no un sector político extranjero (asimilado exteriormente, pero fiel a la causa judía o Panjudea), y cuyos miembros nacidos en Alemania eran tan alemanes como católicos y protestantes. Los ataques a los judíos, sólo por el hecho de ser judíos le parecía un acto del más irracional prejuicio:

...yo hasta los tomaba por alemanes. Lo absurdo de esta suposición me era poco claro, ya que por entonces veía en el aspecto religioso la única diferencia peculiar. El que por eso se persiguiese a los judíos, como creía yo, hacía que muchas veces mi desagrado frente a exclamaciones deprimentes para ellos subiese de punto. De la existencia de un odio sistemático contra el judío no tenía todavía idea en absoluto.

Como siempre en casos análogos, traté de desvanecer mis dudas, consultando libros. Con pocos céntimos adquirí por primera vez en mi vida algunos folletos antisemitas. Todos, lamentablemente, partían de la hipótesis de que el lector tenía ya un cierto conocimiento de causa o que por lo menos comprendía la cuestión; además, su tono era tal, debido a razonamientos superficiales y extraordinariamente faltos de base científica, que me hizo volver a caer en nuevas dudas. La cuestión me parecía tan trascendental y las acusaciones de tal magnitud que yo –torturado por el temor de ser injusto- me sentía vacilante e inseguro.

Naturalmente que ya no era dable dudar de que no se trataba de elementos alemanes de una creencia religiosa especial, sino de un pueblo diferente en sí [...] Y si aún hubiese dudado, mi vacilación hubiera tenido que tocar definitivamente a su fin, debido a la actitud de una parte de los judíos mismos.

Se trataba de un gran movimiento que tendía a establecer claramente el carácter racial (y político) del judaísmo; el sionismo.

Un grave cargo más pesó sobre el judaísmo ante mis ojos cuando me di cuenta de sus manejos en la prensa, en el arte, la literatura y el teatro. Comencé por estudiar detenidamente los nombres de todos los autores de inmundas producciones en el campo de la actividad artística en general. [...] Era innegable el hecho de que las nueve décimas partes de la literatura sórdida, de la trivialidad en el arte y el disparate en el teatro gravitaban en el debe de una raza que apenas si constituía una centésima parte de la población total del país.

... comencé también a apreciar lo que en realidad era aquella mi preferida "prensa mundial", y cuanto más sondeaba en este terreno, más disminuía el motivo de mi admiración de antes. El estilo se me hizo insoportable, el contenido cada vez más vulgar y por último la objetividad de sus exposiciones me parecía más mentira que verdad. ¡Eran, pues, judíos los autores! [...] ¡Judíos eran los dirigentes del partido socialdemócrata! Con esta revelación debió terminar en mí un proceso de larga lucha interior.

En cuanto folleto socialdemócrata llegaba a mis manos examinaba el nombre de su autor: siempre era un judío. Examiné casi todos los nombres de los dirigentes del partido socialdemócrata; en su gran mayoría pertenecían igualmente al "pueblo elegido", lo mismo si se trataba de representantes en el Reichstag que de los secretarios de las asociaciones sindicalistas, de los presidentes de las organizaciones del partido que de los agitadores populares. Era siempre el mismo siniestro cuadro.



Algunos de sus primeros discursos versaban sobre lo que él llamaba "la esclavitud del interés". Hitler los desenmascaró y se lo hizo saber a su pueblo. Esto lo hizo acreedor del odio infinito de los judíos en todo el mundo. Desafió sus imposiciones y decidió ir más allá de una política de hipócritas oposiciones que busca canalizar al hombre hacia su degradación como humano. Toda la energía desatada en sus discursos buscaba despertar el espíritu del pueblo en cada alemán, y defender su dignidad e identidad.

Otra acusación generalizada y simplista hacia Hitler es la de ser "racista", en su sentido más negativo. Observando los detalles de su doctrina racial, se puede observar que era un 'racismo selectivo' destinado únicamente a la conservación de la llamada raza aria, y no a la destrucción de otras razas, como generalmente se atribuye. La política expansionista del nacionalsocialismo era parcial y no global: hacia el Este, en los territorios ocupados por la URSS, poco poblados y desperdiciados.

La idea de su 'racismo negativo' contradice el hecho de que las Waffen SS estaban formadas por 38 divisiones de 25 naciones y etnias europeas diferentes. La Wehrmacht, por otro lado, tuvo voluntarios no arios que incluían musulmanes, hindúes, japoneses, chinos, negros, y hasta judíos[3], quienes combatieron por la causa de Hitler en su cruzada contra el judeo-marxismo, y a quien veían como un líder de Europa, no como un racista discriminador que buscaba la destrucción de otras razas.

Es inequitativo hablar de "racismo de Hitler" sin compararlo, por ejemplo, con el de Japón, Estados Unidos o el de la Diáspora judía.

Primera Guerra Mundial

300 px|thumb|Adolf Hitler (abajo a la izquierda) junto a soldados alemanes

Al inicio de la Primera Guerra Mundial (1914) decidió alistarse como voluntario en el ejército alemán. Realizó su servicio en Francia y Bélgica como mensajero del 16° Regimiento de Infantería Bávara de Reserva, que lo expuso al fuego enemigo. También aprovechó para dibujar algunas historietas y dibujos de instrucción para el periódico del ejército. Fue ascendido al rango de cabo y condecorado en varias ocasiones por su valor en combate, destacando especialmente la consecución de la Cruz de Hierro de segunda clase el 2 de diciembre de 1914, y la Cruz de Hierro, primera clase, el 4 de agosto de 1918, un honor raras veces dado a un soldado de tan baja graduación (ya que aún no era ciudadano alemán, no fue promovido más allá del grado de cabo). En octubre de 1916, en el norte de Francia, Hitler fue herido en la pierna, regresando al frente en marzo de 1917. Hitler era considerado como un excelente soldado.

El 15 de octubre de 1918, poco antes del final de guerra, Hitler fue trasladado a un hospital de campaña, donde quedó temporalmente ciego por un ataque con gases tóxicos. Hitler expresó metafóricamente que durante aquella experiencia, al quitarse la venda que cubría sus ojos, fue cuando descubrió que "el objetivo de mi vida era lograr la salvación de Alemania". Esta experiencia también le inspiró a escribir un poema titulado Ciego el 14 de noviembre de 1918 en el Hospital Militar de la Reserva de Pasewalk.

La capitulación alemana en noviembre de 1918 lo impactó de sobremanera, pues en la creencia popular alemana el ejército alemán permanecía invicto. Como muchos otros nacionalistas alemanes, Hitler culpó a los socialdemócratas ("los criminales de noviembre") por la rendición. Una explicación sobre la capitulación era la Dolchstoßlegende ("la leyenda de la puñalada por la espalda"), que demostraba que a espaldas del ejército, los políticos socialistas y marxistas, en su mayoría judíos, habían saboteado los esfuerzos bélicos alemanes, principalmente mediante huelgas en la producción de armamento. El Tratado de Versalles impuso reparaciones de guerra y otras sanciones económicamente muy perjudiciales para el país, declarando a Alemania culpable de la Primera Guerra Mundial. Durante la negociación del documento surgieron controversias entre el afán pacificador de W. Wilson, presidente de Estados Unidos y el vengativo revanchismo del premier francés, Georges Clemenceau. La reconciliación nunca estuvo dentro de los objetivos de Gran Bretaña y Francia porque, desde mediados del siglo XIX, Alemania siempre había rivalizado con estas dos potencias, por la hegemonía de Europa y el control sobre los territorios coloniales en África y Asia. El tratado fue considerado por los alemanes como una humillación y fue un importante factor en la creación de las reivindicaciones sociales y políticas demandadas por Hitler y su Partido Nacionalsocialista para llegar al poder.

Inicios en el Nacionalismo

Después de la guerra, Hitler permaneció trabajando para el ejército, siendo destinado a la supresión de levantamientos socialistas, que estallaron a través de toda Alemania, incluyendo Múnich, lugar adonde Hitler regresó en 1919. Participó en el "pensamiento nacional", cursos organizados por el Departamento de Educación y Propaganda del grupo bávaro de la Reichswehr. Un objetivo clave de este grupo era encontrar a los verdaderos responsables de la derrota alemana. Estos eran el Judaísmo Internacional, los comunistas y los políticos liberales, especialmente los miembros de la coalición de Weimar, que eran considerados como los "criminales de noviembre".

En julio de 1919, Hitler se infiltró en un pequeño partido nacionalista, el Partido Obrero Alemán (DAP). Allí, Hitler conoció a Dietrich Eckart, uno de los primeros miembros y fundador del partido.

Hitler comenzó a participar a tiempo completo en las actividades del partido. Ya a principios de 1921, Hitler era considerado como un gran orador con mucho carisma, hablando frente a muchedumbres cada vez más grandes. En febrero, habló ante seis mil personas en Múnich. Para hacer pública la reunión, envió dos camiones de partidarios del Partido con esvásticas, para causar conmoción y distribuir prospectos; fue el primer empleo de esta táctica. Hitler ganó notoriedad fuera del partido por sus discursos polémicos, atacando el Tratado de Versalles, a políticos y grupos rivales (sobre todo marxistas) y a los judíos.

Por entonces, sus principales enemigos eran los comunistas. Para combatirlos, creó la Sturmabteilung —la SA— comandada por Johann Ulrich Klintzich, aunque el verdadero jefe era el capitán Ernst Röhm. Toma como emblemas la Hakenkreuz —la cruz gamada o Esvástica— y el saludo romano brazo en alto.

El grupo adquirió mayor preponderancia y en 1921 tomó el nuevo nombre de Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). En 1923 Hitler preparó, con el apoyo de Erich Ludendorff, un fallido golpe de Estado, por lo que fue condenado a cinco años de prisión, de los cuales sólo cumplió ocho meses. En el proceso dejó a todos sorprendidos con su excelente oratoria, inclusive a algunos de los jueces. Durante su encarcelamiento, le dictó a Rudolf Hess la primera parte del libro "Mi Lucha" (Mein Kampf), (la segunda parte de la obra la hizo fuera de la carcel) en esta obra presentaba a Alemania y al mundo cuál iba a ser su política futura y su visión del Lebensraum. Fue puesto en libertad en diciembre de 1924.

El inicio de la Gran Depresión de 1929, el paro y el consecuente desencanto del pueblo alemán favorecieron, entre otras circunstancias, el incremento de sus seguidores.

Logró atraerse a las clases medias, los trabajadores en paro y a muchos comunistas desencantados con el marxismo. Logró que su partido se convirtiera en el grupo parlamentario más fuerte en 1932. Sin embargo, fue derrotado por Paul von Hindenburg en las elecciones de marzo de ese año.

Ascenso al poder

thumb|300px|Poco después de que Hitler asumiera el poder, los judíos de todo el mundo comienzan siendo hostiles a Alemania en marzo de 1933, declarando un agresivo boicot comercial Hitler promovió una ola de revueltas populares que forzó al débil e inestable gobierno al colapso. Debido a la situación reinante el presidente alemán Paul von Hindenburg nombró a Hitler como el nuevo canciller alemán el 30 de enero de 1933 con la colaboración de los católicos de Franz von Papen. Disolvió el Parlamento y convocó elecciones. Una semana antes de las votaciones, un comunista holandés incendió el Reichstag.

Consiguió la mayoría en las elecciones del 5 de marzo. En poco tiempo, logró afianzarse en el poder, detentando los cargos de canciller y presidente de la República a la muerte de Hindenburg (2 de agosto de 1934).

Hitler, como dirigente de Alemania, ordenó la creación de un automóvil asequible para todos los ciudadanos, al que pensaba llamar "el vehículo del pueblo" (Volkswagen). Dicho automóvil fue diseñado y creado por Ferdinand Porsche. De ésta forma nació el coche más vendido de la época, el Volkswagen (que ahora es una marca, y entonces era el modelo) conocido después como el Escarabajo.

Promovió un estado del bienestar cimentado sobre la creación de una seguridad social, controlando el precio de la vivienda para que fuera asequible a todos los ciudadanos (las hipotecas suponían aproximadamente un 7% del salario de un alemán medio) y apoyando un nuevo concepto consistente en las vacaciones para todo el pueblo.

Entregó a los campesinos arios tierras en propiedad que anteriormente pertenecían al Estado.

En 1935, Alemania exhibió una mejora sustancial en términos macroeconómicos, los índices de desempleo bajaron considerablemente asombrando a todo el mundo y la economía se vio fortalecida por un crecimiento interno superior al resto de las naciones europeas. Los marxistas y liberales del mundo entero no podían creer que Hitler y el nacionalsocialismo llevasen a Alemania y a los alemanes a un nivel de vida superior a las otras naciones.

Dueño absoluto de Alemania, mostró sus éxitos contra el paro y en política exterior (reincorporación del Sarre y remilitarización de la Renania en 1936), lo que le valió el apoyo popular. La inauguración de los espectaculares XI Juegos Olímpicos de Berlín, en agosto de 1936, dio el espaldarazo definitivo al régimen de Hitler.

En 1937, la Alemania de Hitler alcanzó el mayor nivel de desarrollo desde la Primera Guerra Mundial. Se ampliaron los programas de salud social parciales, se mejoraron los niveles de vida de la tercera edad (se aprobó la eutanasia selectiva no-voluntaria), los niveles de seguridad social parcial se vieron poderosamente reforzados. Aunados además a una mejor urbanización, los niveles generales de la clase media se vieron incrementados. La población en general percibió que la Alemania pos Versalles había desaparecido y surgía un potente Alemania con espíritu nacionalista. thumb|200px|Portada de la revista Time, 1938: Hitler el hombre del año En septiembre de 1938 se produjeron los Acuerdos de Múnich, que autorizó la anexión de los Sudetes a Alemania. Como resultado de la cumbre, la revista TIME declaró que Hitler era el Hombre del Año de 1938. El Primer Ministro británico, Neville Chamberlain, saludó este acuerdo como "paz en nuestro tiempo".

El 1 de octubre de 1938 se verifica la Anexión de Austria, Anschluss y de los Sudetes al territorio alemán. Estos territorios eran ocupados por alemanes propiamente dichos y descendientes de alemanes. La entrada de Hitler a Austria fue apoteótica.

Hitler, promovió y apoyó las investigaciones sobre la televisión, primero instalando en Berlín un estudio de televisión (llamado Paul Nipkow, que emitió hasta el año 1944) dotado de la televisión electromecánica de diseño Baird, luego requiriendo los servicios del propio John Logie Baird y más tarde apostando fuerte por la televisión electrónica (con tubo de imagen o iconoscopio). A mediados de los años 40 Alemania contaba con la mayor red de televisión del mundo, teniendo sus distintas sedes unidas por cable.

El 23 de agosto de 1939, Hitler recibió la confirmación de la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov. Alemania firma como medida de emergencia este pacto con la Unión Soviética.

Segunda Guerra Mundial

Artículo principal: Segunda Guerra Mundial

Alemania no tenía fronteras con la Unión Soviética. Su provincia más cercana al territorio soviético era Prusia Oriental la cual, no obstante, se hallaba artificialmente incomunicada y aislada del resto de Alemania por el famoso corredor polaco: una franja de terreno con salida al mar Báltico anexada a Polonia mediante el Tratado de Versalles. Este territorio, con sus cuatro millones y medio de alemanes, estaba formado por las muy germánicas comarcas de Posen y West-Preussen y la Ciudad Libre de Danzig que había sido fundada, desarrollada y habitada por Alemania desde hacía siglos.

En largas negociaciones llevadas a cabo por Alemania con Polonia, Hitler le había propuesto que se le permitiera construir un complejo ferrovial extraterritorial a través del "Corredor" y que Danzig, se reincorporara al Reich. A cambio de esto, Alemania garantizaría a Polonia el uso libre y preferencial del puerto de Danzig, aceptaría las fronteras existentes y formalizaría un pacto de no-agresión por 25 años.

Polonia pareció querer aceptar estos términos en diversas oportunidades, pero la presión externa, particularmente del gobierno británico la azuzaban para que no aceptase absolutamente ninguna propuesta alemana y que -todo lo contrario- tomara medidas brutales contra la población alemana bajo su control. Casi tres millones de personas. Llegóse así a la firma de un pacto de asistencia mutua militar entre Gran Bretaña y Polonia a principios de 1939 que fue rapidamente seguido por otro tratado semejante entre Francia y Polonia. El cerco alrededor de Alemania estaba tendido.

Las negociaciones germano-polacas se ven totalmente frustradas a fines de agosto de 1939 elevándose la tensión política al máximo al conocerse las nuevas matanzas de alemanes, bajo control polaco, entre la que se destaca la masacre de Bromberg verificada luego por la Cruz Roja Internacional.

Tendido el cerco a su alrededor, Alemania firma como medida de emergencia un pacto con la Unión Soviética (que los más altos dirigentes alemanes consideraban como provisorio), para poder así recuperar por las armas sus derechos sobre sus antiguas provincias en el Este ya que Polonia instigada por Inglaterra y Francia, no se avenía a negociar pacificamente.

Así llegamos a la madrugada del 1 de septiembre de 1939, cuando las Fuerzas Armadas alemanas recuperan Posen, Prusia Occidental y Danzig, continuando sus operaciones militares invadiendo Polonia y tomando su capital, Varsovia. Ante este hecho, Inglaterra envía un ultimátum a Alemania que exigía que Alemania retirara sus tropas a sus posiciones previas al primero de setiembre, cosa que era inadmisible para Alemania y que -lógicamente- no aceptó. Inglaterra arrastró a una renuente e insegura Francia para que enviara un ultimátum idéntico. Al rechazar Alemania ambos ultimátums, Inglaterra y Francia le declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939, en virtud de los pactos de asistencia mútua que ambos habían suscripto con Polonia. Así se empezaba una guerra -que terminaría siendo mundial- para "defender a Polonia".

Pero la pobre Polonia -que parece se había creído todo lo que les decian los ingleses- no recibió ayuda alguna de sus "aliados". Ni en forma directa: apoyo militar franco-británico en Polonia; ni indirectamente: un ataque franco-británico contra Alemania por Occidente. No. Polonia quedó total. La batalla duró apenas 16 días. Ante la inminente caída de Varsovia, su gobierno se exilió en Londres desde donde esperaba continuar la lucha con el apoyo de sus "aliados" para la final reconquista de su Patria....o por lo menos eso era lo que creían.

Resulta extraño comprobar como, por ejemplo, cuando la Unión Soviética -en virtud del pacto con Alemania- invadió la mitad oriental de Polonia el 17 de setiembre de 1939, ninguna de las "democracias" se dio por enterada. Como tampoco se parecen haber enterado de las invasiones de la Unión Soviética a Estonia y Letonia en junio de 1940, Lituania en agosto del mismo año y de la brava Finlandia en noviembre de 1939. Por alguna razón oculta las "democracias" occidentales no consideraban al régimen soviético como un peligro. A pesar de haber masacrado a millones de personas en Rusia y sus invasiones a naciones soberanas. Y cuya ideología internacionalista oficial proclamaba la intención de crear un estado mundial comunista a través de un proceso revolucionario violento.

Sí, en cambio, consideraban como un peligro mundial a la territorialmente diminuta Alemania cuyo propósito oficialmente proclamado era el de recuperar los territorios europeos que le fueron arrebatados por el vergonzoso Tratado de Versailles; combatir al bolchevismo; formalizar una alianza con Inglaterra; olvidar las querellas territoriales con Francia por Alsacia y Lorena y renunciar a recuperar sus colonias de ultramar que también fueron arrebatadas por el Tratado de Versailles.

En abril de 1940, las fuerzas alemanas entran en Dinamarca y Noruega. Francia se rindió el 22 de junio de 1940. Esta serie de victorias convenció a su principal aliado, Benito Mussolini de Italia, para unirse a la guerra al lado de Hitler.

Gran Bretaña, cuyas fuerzas habían sido derrotadas en Francia fueron evacuadas de la ciudad costera de Dunkerque. Hitler dio órdenes expresas de no atacar a los británicos y permitirles la huída. Este hecho es vergonzosa y convenientemente ocultado por la "historia oficial". Después de sus gestiones en pro de la paz llevadas a cabo por Hitler y sistemáticamente rechazadas por el Gobierno británico, ahora conducido por Winston Churchill, Hitler ordenó el ataque a las Islas Británicas, dando lugar a la Batalla de Gran Bretaña.

El 22 de junio de 1941, tres millones de soldados alemanes atacaron la Unión Soviética, rompiendo el pacto de no agresión. Esta invasión fue conocida como la Operación Barbarroja. Los alemanes llegaron a Moscú en diciembre de 1941 pero el terrible invierno ruso y el gran desgaste alemán en varios frentes ocasionaron la no entrada de los alemanes a Moscu. A todo esto Estados Unidos, presionado por el judaísmo internacional, también entró en guerra contra Alemania. Y la ayuda italiana no fue suficiente para cambiar el rumbo de la guerra.

La muerte de Hitler

La versión dada por la secretaria personal de Hitler, Traudl Junge, en el libro Hasta la última hora: la secretaria de Hitler cuenta su vida (Bis zur letzten Stunde: Hitlers Sekretärin erzählt ihr Leben), indica que Hitler renunció a intentar huir de Berlín y se suicidó con un tiro de pistola en su Führerbunker, a 15 metros de profundidad en el subsuelo del edificio de la Cancillería en Berlín, junto a su esposa Eva Braun y rodeado de sus incondicionales, el 30 de abril de 1945, cuando el Ejército Rojo, dirigido por el mariscal Zhúkov, entraba en Berlín y se encontraba a menos de 300 metros del búnker.

Hitler se retiró a eso de las 16 horas junto con Eva Braun a su despacho privado contiguo a la sala de mapas y Otto Günsche se paró frente al despacho esperando el momento de entrar; le acompañaba Linge. Se sintió un disparo ahogado y Günsche esperó unos 15 minutos de acuerdo a instrucciones; posteriormente Linge ingresó a la habitación de dos ambientes.

Hitler estaba recostado a un extremo del sofá con un tiro en la sien, con salida de proyectil, de la cual aún manaba sangre.

Según Günsche y Linge, Eva Braun estaba recostada al otro extremo con los ojos abiertos, una pistola estaba en la mesa a su disposición, pero no alcanzó a usarla, pues el cianuro suministrado por el médico personal de Hitler, Ludwig Stumpfegger, había sido rápido.

En efecto, Linge siguió a Günsche al entrar al compartimiento de Hitler, y una vez confirmada su muerte, levantó los cuerpos envueltos en una alfombra y los sacó al patio trasero de la Cancillería, en unos momentos en que llovían obuses rusos por doquier.

Günsche depositó ambos cuerpos en un orificio de obús, los roció con unos 200 litros de gasolina y les prendió fuego. Mientras se consumían, unos cuantos testigos, entre ellos Martin Bormann, Joseph Goebbels, realizaron un saludo militar.

Perfil Psicológico

El gran interés que despierta la figura de Hitler se debe precisamente a los ribetes de su extraordinario tipo de personalidad y su halo de impenetrabilidad. Hitler poseía un extraordinario carisma capaz de envolver no sólo a las personas, sino también a las masas, además de poseer una gran oratoria gesticular muy estudiada. Una persona única e inigualable.

Muy pocas personas integraban su séquito personal, se pueden citar al fotógrafo Heinrich Hoffmann, Martin Bormann, Hermann Goering, Wilhelm Bruckner, Josef Dietrich, Joseph Goebbels, Julius Schaub, Julius Schreck y los arquitectos Geisler y Albert Speer, además de sus secretarias personales. A ellos les exigía lealtad a toda prueba y discreción.

No fumador, abstemio, vegetariano[4] y ecologista[5] y amante de los animales, promulgó las primeras leyes de la historia que penaban el maltrato a los animales[6] No permitía a sus colaboradores fumar y beber frente a él.

Una de las secretarias personales de Hitler, Traudl Junge, describió así la esencia que emanaba de la persona de Hitler: "Cuando estaba presente (Hitler), todo el edificio bullía de actividad, todos corrían, los teléfonos sonaban, los radioespectadores no cesaban de enviar y recibir notas de comunicados (...) Cuando él estaba ausente, todo volvía a una monótona normalidad, Hitler era como una especie de dinamo". Traudl Junge describió a Hitler como una persona muy considerada y afable.

También Rosa Mitterer, quien trabajó para Hitler durante su retiro en la montaña en Baviera en los años 30, y la única sobreviviente entre quienes sirvieron a Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial, recuerda al Führer con cariño: "Fue un hombre encantador, alguien que sólo fue siempre agradable para mí, un gran jefe por quien trabajar. Pueden decir lo que quieran, pero él fue un buen hombre para nosotros". También afirmó no poder creer nada sobre los crímenes de guerra que la propaganda de posguerra aliada inventó contra su régimen. Mitterer mantuvo un voto de silencio respecto a aquellos años y decidió romperlo en diciembre de 2008.[7]

Una de las características más relevantes de la personalidad de Hitler era la capacidad de impresionar a quienes lo rodeaban; había personas que podían ser muy fuertes y seguras en sus campos de acción, pero en presencia de Hitler estas personalidades se veían sorprendidas por la capacidad intelectual del Führer y sus conocimientos generales.

Cita Junge en sus remembranzas: "Hitler era vegetariano, gustaba del té y además no soportaba el calor; no se podía fumar en su presencia. Hitler se acostaba muy tarde".

Hitler predicaba con el ejemplo pagando sus propios costes personales sin derogar ningún fondo del Estado. Los ingresos de Hitler, hábilmente administrados por su secretario personal Martin Bormann, sucesor de Rudolf Hess, provenían de los derechos por su imagen postal y por su libro Mein Kampf.

Cuando le tocaba tratar temas variados sobre aspectos técnicos o militares, mostraba un acabado conocimiento de estos, llegando a sorprender a sus interlocutores.

Hitler era muy condescendiente con quienes mostraban valor y arrojo en combate; llegó a diseñar él mismo la Cruz de Brillantes, Espadas y Robles para Hans-Ulrich Rudel, el célebre piloto de Stukas.

Pos Hitler

File:Hitler.jpg
El Führer, en uno de sus encuentros masivos con los partidarios

Durante los Juicios de Núremberg, las potencias vencedoras montaron un tribunal para juzgar a los vencidos. Se acusó a 611 personas, integrantes de las diversas instituciones del Tercer Reich, de cinco delitos: complot, crímenes de guerra, crimen contra la humanidad (exterminio), crímenes contra la paz y genocidio. Los principales jerarcas nacionalsocialistas apresados fueron condenados a la horca o a largas penas de prisión; otros murieron en los meses que siguieron a la caída de Berlín.

Las democracias prohibieron el nacionalsocialismo y cualquier reminiscencia ideológica afín en casi toda Europa; de hecho no se pueden publicar bibliografías, esvásticas y otros símbolos sin riesgo de cometer falta o delito punible.

La publicación del libro Mein Kampf de Hitler está prohibida en muchos países democráticos; no obstante, todavía es editado, entre otros lugares, como España y circula libremente por librerías de algunos países sin restricciones, en muchos idiomas y es objeto de estudios de todo tipo.

En la actualidad la figura de Hitler y el nacionalsocialismo, su personalidad y hechos son objeto de estudios de toda índole y es constantemente analizada por autores en distintas biografías, siendo una de las más completas la publicada por el escritor británico David Irving, La guerra de Hitler.

Citas sobre Hitler

Los que se han encontrado con Adolf Hitler cara a cara en asuntos públicos o en términos sociales han podido apreciar que se trata de un político altamente competente, ponderado, bien informado, de modales agradables y una desarmante sonrisa.



Hitler emergerá, desde el odio que ahora le tienen, como una de las más significativas figuras que jamás haya vivido... Hay un misterio en el modo en que vivió y en la manera de su muerte, que vivirá y crecerá después de él. Él tenía aquello de lo que las leyendas están hechas.



... Hitler es uno de los más grandes hombres. Los viejos confían en él, los jóvenes lo idolatran. Ese es el culto a un héroe nacional que ha servido a su país.



Hitler pertenece a las pocas figuras luminosas, a los hombres completamente transparentes. Hitler se entrega en cada una de sus palabras. Que en su momento de mayor desgracia haya dado Alemania un Hitler, demuestra su vitalidad.



Obra pictórica

Artículo principal: Adolf Hitler y el arte

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Bibliografía

Referencias

  1. August Kubizek, Hitler mi amigo de juventud
  2. Michael Burleigh, El Tercer Reich
  3. Hitler's Jewish soldiers
  4. Shirer, William Lawrence. The rise and fall of the Third Reich; a history of Nazi Germany (El ascenso y la caída del Tercer Reich, una historia de la Alemania Nazi), 1960, Pg 14
  5. Luc Ferry, El Nuevo Orden Ecológico.
  6. La ley de protección de los animales (la Reichs-Tierschutzgesetz de 1933); La ley de caza (Reichs-Jagdgesetz de 1934); La ley de protección de la naturaleza (Reichs-Naturschutzgesetz de 1935).
  7. Hitler was the perfect boss: Former maid breaks her silence on the 'charming' dictator