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Batalla de Seattle

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Las manifestaciones contra la cumbre de la OMC en Seattle fueron las manifestaciones sucedidas entre el 29 de noviembre y el 3 de diciembre de 1999 donde miles de personas convocadas principalmente por sindicatos, organizaciones ecologistas, profesionales, anarquistas, y personas comunes, se movilizaron en las calles de Seattle contra la Organización Mundial de Comercio (OMC) hasta hacer fracasar la llamada Ronda del Milenio, todo al margen de cualquier partido político. Están consideradas como el inicio de una nueva etapa del movimiento antiglobalización, a partir del cual han tenido lugar protestas masivas en todas las cumbres de la OMC.[1]

La mayor manifestación, conocida como N-30 o Batalla de Seattle, tuvo lugar el 30 de noviembre. Según el departamento de policía de Seattle esta manifestación contó con 40.000 participantes aproximadamente.

Las condiciones y el momento[edit]

Seattle, es una ciudad pacífica de 600 mil habitantes, del Estado de Washington (noroeste de Estados Unidos), pero con un movimiento sindical muy desarrollado y bien organizado. En ese entonces, los trabajadores norteamericanos habían comenzado a sentir claramente las consecuencias negativas del NAFTA y las medidas desregulatorias destinadas a impulsar el libre comercio mundial, con consecuencias negativas como la pérdida de empleos y precarización de las condiciones de trabajo en los países del primer mundo. La máxima conducción del movimiento sindical norteamericano, la AFL-CIO, decide entonces promover la convocatoria a una gran movilización social de protesta, durante la Tercera Ronda de la OMC. Cuentan para ello con la aprobación del Presidente Clinton quien ya pensaba en la elección presidencial del año entrante.

Importancia de la Batalla[edit]

Lo que aconteció en Seattle fue histórico. Más allá de si el fracaso de la conferencia ministerial en arribar a un acuerdo fue el resultado de la acción de las miles de personas en las calles, o de las contradicciones internas de los gobiernos -o de una combinación de ambas- el hecho es que la historia se construyó en las calles y no en los conciliábulos a puertas cerradas entre los países del Norte.

Brutalidad policial durante las Protestas en Seattle, el estado respondio violentamente incluso contra pacifistas

Lo que fue histórico no fue el hecho de que la policía -que como todos ahora saben no es tan diferente en los EE.UU. que en otros países- usó palos, gases lacrimógenos, balas de goma, helicópteros y otras herramientas "pacificadoras". Esa es la respuesta usual de los gobiernos cuando se atemorizan. El gobierno de los EE.UU. demostró no ser la excepción. Lo que fue histórico fue el hecho de que tanta gente, proveniente de todo el mundo, se reunió y manifestó -de diferentes formas- un reclamo común: ¡No a la nueva ronda! No porque estuvieran en contra del comercio en si mismo, sino porque todos compartían la posición de que el comercio debe ser equitativo, beneficioso para la gente y respetuoso del ambiente. Todos ellos sabían que las negociaciones a nivel de la OMC estaban yendo en la dirección opuesta -hacia un comercio inequitativo, beneficioso para las empresas transnacionales y depredatorio para el ambiente- por lo que se juntaron para oponerse a tal proceso.

La gente que se hizo presente en Seattle realizó diferentes actividades en diversos escenarios. Algunos organizaron seminarios abiertos a activistas y delegados oficiales, otros hicieron cabildeo frente a los representantes de los gobiernos; muchos difundieron sus puntos de vista en impresos y por medios electrónicos, en tanto otros organizaban conferencias de prensa y emitían programas por radios comunitarias. Hubo también quienes realizaron acciones más espectaculares dentro y fuera de los salones de la conferencia, como por ejemplo los enormes carteles que miembros del Rainforest Action Network colgaron de una grúa. Pero lo más importante: todas estas actividades fueron realizadas en medio de la especial atmósfera generada por los miles y miles de personas resistiendo en las calles -a pesar del frío, del viento, de la lluvia y de la policía- a lo largo de toda la conferencia de la OMC. Esta heroica resistencia callejera fue no sólo el componente esencial de la protesta, sino que fortaleció a la gente que estaba participando en las otras actividades, la mayoría de quienes participaron tanto en las acciones en las calles como en las tareas realizadas a nivel de la conferencia. Algo fundamental: la movilización callejera atrajo la atención de los medios de prensa. En condiciones normales, los periodistas seguramente hubieran centrado su atención en realizar entrevistas a los delegados de los gobiernos, en tanto que en esta ocasión dirigieron su atención a quienes participaban en la protesta.[2]

Una gran protesta que había trastocado la reunión de la OMC fue la comidilla de toda la ciudad.

El Presidente de los EEUU, Bill Clinton, Ministros de Gobiernos de todo el mundo y los directores de empresas más poderosas de la Tierra fueron allí a planificar cómo podrían incrementar su dominio sobre el Planeta.

Por contra, decenas de miles de manifestantes dieron una visión momentánea del poder que tiene la gente corriente para desafiar al gobierno de la élite global.

Los manifestantes fueron recibidos con sprays de pimienta, pelotas de goma, carros blindados y nubes de gas lacrimógeno. Sin embargo, los manifestantes ganaron: y ganaron, gracias a la unidad forjada entre sindicalistas, estudiantes, ecologistas y muchos otros.

La ceremonia de inauguración fue cancelada. Los delegados simplemente no pudieron alcanzar la calle, llena de manifestantes.

Y la “batalla de Seattle” inició un nuevo capítulo en la política.

Llegó a ser un foco de atención para cuestiones que iban desde el trabajo infantil a la deuda externa, pasando por el medio ambiente, las condiciones laborales y los derechos sindicales. El poder de la protesta mostró a millones de personas cómo las empresas pueden ser frenadas.

Las primeras protestas tuvieron lugar el viernes 26 y el sábado 27 de noviembre. El domingo, tan pronto como los delegados de la OMC comenzaron a llegar a Seattle, hubieron dos enormes manifestaciones. Hubo también un programa itinerante de cursillos y reuniones en las manifestaciones.

El lunes, los disfraces de tortuga marina, que llegaría a ser el icono por excelencia de las protestas de Seattle ante la OMC, hicieron su primera aparición, en una marcha ecologista por la protección de los animales y del medio ambiente. Otros grupos de manifestantes también lo hicieron por fuera de la recepción de la OMC.

Las manifestaciones y reuniones tuvieron un ambiente de carnaval. Diane Lively, una estudiante de Alabama, había viajado miles de kilómetros para estar allí. “Yo sólo quería decirles a la OMC que saque sus manos de nuestro planeta”. “Prefiero la gente a los beneficios”.

Tetteh Horneku, de Ghana, se cuestionaba: “¿Cómo pueden estar al mismo nivel entre los EEUU, por ejemplo, y Burkina Faso en África? Allí, el 86% de al población depende de la agricultura, pero hay menos de 200 tractores en todo el país y el 87% de la población agrícola es analfabeta. [3]

Consecuencias[edit]

Protestas sindicales en Seattle

La batalla de Seattle fue el epicentro de un terremoto político global. Varias decenas de miles de manifestantes lograron bloquear la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las distintas marchas, teatros callejeros, sentadas y acciones de desobediencia civil no violenta contra la reunión ministerial de la OMC se enfrentaron a gases lacrimógenos, balas de goma, cargas policiales y arrestos masivos. Sin embargo, los grupos ecologistas y anarquistas, las fuerzas sindicales, redes feministas, trabajadores y activistas de toda clase reunidos en Seattle optaron por resistir. Y en ese valioso acto de resistencia demostraron a las y los explotados y oprimidos del mundo que también se puede ganar.

Antes de los bloqueos nadie esperaba que aquellas protestas pudieran dar lugar a un movimiento de resistencia al capitalismo de escala global, pero así fue. El éxito de las protestas ante una de las instituciones insignia del capitalismo global extendió el espíritu de Seattle por todo el planeta. Una nueva generación de activistas se lanzaría a organizar protestas en cualquier ciudad donde se reunieran las instituciones económicas globales como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el G8. La luna de miel del neoliberalismo estaba llegando a su fin.

El desarrollo del movimiento anticapitalista durante estos diez años merece una especial atención. Durante los próximos seis meses ciudades como Sevilla, Barcelona o Madrid (en España) acogerán las cumbres ministeriales de la Unión Europea (UE) y ya se preparan sus respectivas contracumbres para bloquear las reuniones de la Europa del capital y la guerra. Recordar la batalla de Seattle puede ser también una fuente de inspiración para hoy.

Las lecciones de Seattle[edit]

Manifestante utilizando la acción directa no violenta

Ante la atenta mirada de medio mundo, el éxito de las protestas contra la OMC entre el 30 de noviembre y el 3 de diciembre de 1999 permitió unificar las luchas y visibilizar su origen común. En las calles de Seattle confluyeron activistas de muy distintas trayectorias políticas y con muy distintas reivindicaciones. Aquello que inicialmente se conoció como el “movimiento de movimientos” rápidamente pasó a convertirse en un movimiento anticapitalista de ámbito global.

Taxistas, estibadores, LGTB, ecologistas, intelectuales, granjeros, organizaciones de derechos humanos, de justicia social, humanitarias, estudiantes, personas inmigradas, grupos de acción directa, redes feministas, trabajadores de la construcción y muchos más se unieron a las protestas. Todas y todos coincidían en que la causa común de sus problemas eran las políticas globales dictaminadas por la OMC.

La diversidad del movimiento fue ampliamente celebrada, pero también su unidad. Todos tenían un objetivo común: bloquear la entrada del Teatro Paramount para impedir que los 3.000 delegados de la OMC inauguraran la nueva Ronda del Milenio. 35.000 personas venidas de todos los rincones de EEUU, Canadá y en menor medida de América Latina, Asia y África acudieron al bloqueo. Los grandes medios de comunicación mostraron al mundo el asombro de los delegados al verse rodeados por una multitud de manifestantes. Muchos de los delegados de los 135 países miembros de la OMC ni siquiera pudieron acceder al Teatro Paramount.

La inauguración programada para el 30 de noviembre fue suspendida por las protestas. Un manifestante dijo a la prensa: “llevo 30 años protestando aquí y allá, gritando como hoy ‘Shut’em down! Shut’em down!’ [que las cierren], pero es la primera vez que lo estamos logrando”.

Aquel emergente movimiento había tomado por sorpresa a sus adversarios, quienes no esperaban protestas tan importantes en una ciudad industrial como Seattle, en el extremo noroeste de EEUU y en la frontera con Canadá. Esa misma noche las autoridades locales decretaron el estado civil de emergencia y levantaron un toque de queda hasta las 6 am. Hubo más de 500 arrestos y se fortificó un área de 50 manzanas alrededor del centro de convenciones. Esta práctica se convirtió en habitual en todas las cumbres posteriores a Seattle.

La prensa escrita, las radios y televisiones cubrieron gran parte de las manifestaciones. Muchos de los 3.000 reporteros y periodistas acabaron uniéndose a las protestas. El sindicato de estibadores paralizó la actividad en todos los puertos desde San Diego hasta Vancouver en Canadá en apoyo a las movilizaciones mientras miles de manifestantes gritaban en las calles “we are winning, don’t forget [estamos ganando, no lo olvideis]”.

La diversidad del movimiento, su unidad de acción y una clara estrategia de movilización fueron las claves del éxito. Muy pronto los efectos de aquel terremoto político iniciado en Seattle se dejarían ver por todo el planeta.

La batalla continúa[edit]

Manifestante herido durante las protestas

Con la batalla de Seattle las instituciones económicas globales quedaron señaladas como las responsables del aumento de la desigualdad social, la extensión de la precariedad y la pérdida de derechos sociales. La aparente legitimidad inquebrantable de la globalización económica durante la década de los ‘90 cayó de repente al mismo ritmo que se organizaban más y más movilizaciones anticapitalistas.

En Washington DC, 30.000 personas se manifestaron en abril de 2000 y otras 25.000 en septiembre en la ciudad de Praga contra el BM y el FMI. Más de 100.000 activistas bloquearon una cumbre de la Unión Europea (UE) en Niza en diciembre de 2000. Poco después, la propia presión del movimiento forzó al BM a suspender con antelación una importante reunión en Barcelona en junio de 2001. Un mes más tarde, hasta 300.000 personas se manifestaron en Génova contra el G8 tras el asesinato del activista italiano Carlo Giuliani por los carabinieri mientras participaba en un bloqueo.

El espíritu del movimiento anticapitalista arraigó con fuerza por todo el planeta. Sin embargo, las manifestaciones contra las grandes instituciones económicas sólo eran la punta del iceberg del profundo descontento social existente. Huelgas y protestas masivas estallaron por toda América Latina contra el neoliberalismo y las privatizaciones. Al mismo tiempo se reforzaron los comités de apoyo zapatista por todo el planeta y en Sudáfrica los más oprimidos vencían a las grandes empresas farmacéuticas en su lucha contra las patentes de los medicamentos para paliar el SIDA.

El Estado español no fue ajeno a las dinámicas del movimiento anticapitalista. En varias ciudades surgieron nodos del Movimiento de Resistencia Global (MRG) que, inspirados por los bloqueos de la OMC, movilizarían a miles de jóvenes hacia las protestas de Praga del 26 al 28 de septiembre de 2000 contra la cumbre del BM y el FMI.

En la primavera de 2001, la campaña contra la visita del BM a Barcelona reunía a un abanico muy amplio de organizaciones sociales, sindicales y políticas. El BM canceló su reunión pocos días antes por temor a las protestas en el centro de la ciudad. 35.000 personas celebraron aquella victoria en una manifestación por la globalización de las resistencias. Tal y como había sucedido en Seattle, la diversidad del movimiento, su unidad de acción y una clara estrategia de movilización fueron claves para entender los éxitos del momento. Éxitos que se repitieron durante el primer semestre de 2002, cuando el gobierno de Aznar ostentaba la presidencia de la UE. Decenas de miles de personas se manifestaron contra las cumbres de la UE en València, Zaragoza, Madrid y Santiago de Compostela. El 16 de marzo, medio millón de personas marcharon en Barcelona tras una pancarta con el lema “contra la Europa del Capital y la Guerra”.

Las grandes luchas parecían estar presentes en todas partes, excepto en los centros de trabajo. Sin embargo, dos días antes de la cumbre de la UE en Sevilla (la última de la presidencia española), el gobierno de Aznar fue duramente sacudido por la huelga general del 20 de julio de 2002, la primera huelga general en ocho años.

El ciclo de movilizaciones abierto tras la batalla de Seattle dio pie a decenas de movilizaciones globales. Pero a nivel local las protestas también avanzaron de forma muy importante. El impulso inicial había permitido desarrollar el propio movimiento a escala global, pero también abrió importantes debates sobre tácticas y estrategias. ¿Bastaba con bloquear las cumbres?

En el corazón del movimiento[edit]

Después de Seattle es posible identificar dentro del movimiento anticapitalista tres corrientes diferenciadas entre sí por sus distintas actitudes hacia el Estado y, por lo tanto, con distintas estrategias para cambiar el mundo.

  • Primera: El sector más moderado y reformista del movimiento, encabezado por la red ATTAC, que basa su estrategia en la presión política a los gobiernos de los Estados para conquistar reformas como la regulación del mercado financiero o demandas como el comercio justo.
  • Segunda: Los sectores autonomistas y anarquistas han desarrollado nuevas formas de intervención política e inspirados muchas veces por el zapatismo han construido espacios liberados, en oposición a las lógicas de Estado pero también esquivándolo en cierta medida.
  • Tercera: La izquierda revolucionaria, que de una forma nada sectaria plantea la unidad y la movilización desde abajo en una lucha por derribar al Estado y construir otro mundo.

Los debates generados entre las tres corrientes han sido constantes: reforma o revolución, imperio o imperialismo, nueva clase trabajadora o precariado, etc. A pesar de que existe en el imaginario colectivo una idea que asocia movimiento anticapitalista con los disturbios y el black block, cabe señalar que todas las contracumbres organizadas hasta el día de hoy han estado acompañadas de grandes talleres y jornadas de discusión política. Los Foros Sociales continentales y mundiales celebrados entre 2001 hasta 2006 son un claro ejemplo. Intelectuales y activistas de todas las corrientes como Toni Negri, Michael Hardt, Susan George, Naomi Klein, George Monbiot, Alex Callinicos, Daniel Bensaïd, Luca Casarini o Vandana Shiva no dudaron en participar en ellos. Incluso los sectores más autónomos, pese a distanciarse de los foros en sí, organizaron paralelamente sus grandes espacios de discusión. El debate ideológico ha sido central durante estos últimos años después de Seattle.

Lo más importante, sin embargo, es que los debates del movimiento han logrado conectar con un amplio espectro social. Lo fue por ejemplo cuando, en el Foro Social Europeo de 2002 celebrado en Florencia y el Foro Social Mundial de Porto Alegre en 2003, los y las anticapitalistas decidieron lanzarse a construir el mayor movimiento antiguerra jamás visto.

¿Hacia dónde vamos?[edit]

La batalla de Seattle abrió nuevos caminos para cambiar el mundo de base, coincidiendo con la entrada al nuevo milenio. Ha pasado ya una década y sin embargo el espíritu de Seattle sigue muy presente. Sólo hay que recordar las últimas manifestaciones contra el G20 en Washington y Londres en 2008 y 2009. Pero también hay que decir que los movimientos sociales y políticos jamás se han desarrollado de forma lineal. Se construyen, avanzan y retroceden en condiciones que no eligen. De la misma forma que el capitalismo está sujeto a un desarrollo desigual y combinado, también lo están los movimientos de resistencia.

A pesar de seguir un rumbo compartido, las peculiaridades de la situación política en cada Estado modelan el desarrollo de cualquier movimiento de escala global. En el ámbito local, el movimiento anticapitalista ha tenido que afrontar cambios de dirección, cada uno con su particular orientación hacia las dinámicas globales del capital. No obstante, para un movimiento internacional e internacionalista, cada pequeña victoria local ha sido también un pequeño avance para el conjunto del movimiento.

Procesos muy distintos han acompañado al movimiento anticapitalista durante estos diez años: las revueltas en América Latina; la resistencia en Palestina, Líbano, Irak o Afganistán; y las luchas sociales en Europa, como el movimiento antiguerra, la derrota de la Constitución Europea, la revuelta en las banlieues de París en 2005 o la más reciente revuelta griega. Todos ellos han sido una fuente de inspiración para millones de personas en todo el planeta.

El debate ideológico sigue vivo en el corazón del movimiento. Cómo respondemos a la crisis global y cómo articulamos una fuerza política para el anticapitalismo son preguntas que necesitan respuestas urgentes.

Para los y las anticapitalistas, la batalla de Seattle sentó las bases de una estrategia común. La diversidad del movimiento, su unidad de acción y una clara estrategia de movilización continúan siendo hoy pilares fundamentales, si queremos ganar las batallas del presente y del futuro. [4]

Veasé También[edit]

Enlaces Externos y Fuentes[edit]

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