Desaprendizaje

El ámbito pragmático es precisamente en el que mejor se observa la interacción entre la intracultura y la socialización. Un recién llegado no dispone de las habilidades de un experto para conseguir lo que desea. La descentración, el abandono del egocentrismo, la confianza, la flexibilidad (pero no entendida como polivalencia sino como maleabilidad en los derechos y deberes), son fundamentales para la dinamización de procesos de acogimiento, socialización, desarrollo profesional personal y organizativo, en la gestión del conocimiento. De cara a la consecución de las metas de estos procesos, como media el aprendizaje, ha de conocerse sobre éste, teorías, estrategias y evaluación, sin estar de más el haberse cuestionado el cómo interno, es decir, el conocer los diferentes modelos de desarrollo cognitivo. Y todo esto por la especificidad psicológica del pensamiento humano.

Es más, las diferencias individuales entre los pensamientos de diferentes seres humanos no tiene parangón en las máquinas. Y aún más, a la vez que los humanos nos agrupamos en comunidades por razones de afinidad, parece ser que sentimos la necesidad de ser diferentes, de sentirnos propietarios de nuestra individualidad. El ser humanos hace presentes al olvido, desaprendizaje y reaprendizaje como adláteres del aprendizaje. Por otro lado, el —quizás inevitable— comparatismo permanente, los prejuicios auguradores, el pensamiento estereotipado, los errores conceptuales, los hábitos y rutinas, y su estabilidad y persistencia, son ingredientes comunes de las culturas organizativas. El cambio útil, camino hacia la desaparición de todos ellos, ha de ser nuestra senda, y el desaprendizaje es uno de los bastones en los que debemos apoyarnos.

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