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Anticlericalismo

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El Anticlericalismo es una postura y actitud contraria al clericalismo o a todo lo que se relaciona con el clero. [1]

Anarquismo y Anticlericalismo[edit]

[[Archivo:Camillo Berneri 2.jpg|thumb|200px|right|Camillo Berneri, anarquista anticlericalista]] A finales del siglo XIX y principios del XX en muchos países católicos estaba naciendo un enfrentamiento entre quienes defendían el papel prioritario de la religión en el Estado y quienes, por el contrario, promovían una secularización de la sociedad y una laicización de la política. Tal enfrentamiento, según el contexto político, social y cultural de cada caso, ha asumido formas relativamente pacíficas o extremadamente violentas. En este último caso, las protestas, manifestaciones y ataques asumen un carácter anticlerical e irreligioso.

El anticlericalismo anarquista critica directamente la religión desde un punto de vista no político sino estrictamente ético, positivista y humanista. La religión, por descontado, es vista como una superstición o como una negación de la naturaleza humana. El universo, y por ello el mundo, han sido creados no por una fuerza misteriosa sino por la naturaleza. Dios no tiene nada que ver con todo esto porque, simplemente, no puede existir. No es más que un instrumento creado por el hombre para controlar a otros hombres. La naturaleza es la progenitora de todo.

Se trata de uno de los mensajes presentes en uno de los semanarios anarquistas más difundidos en España, Tierra y Libertad. La ciencia es la clave, el único método para encontrar respuestas a los misterios de la vida: cada vez que demuestra algo o hace nuevos descubrimientos, la figura de Dios se aleja y sus partidarios, sobre todo los curas, se pierden en un mundo carente de racionalidad, en donde evitan discusiones y atribuyen maledicencias a sus enemigos.

Camillo Berneri, en un texto dedicado a la presunta libertad de la religión católica, describe cómo «ha hecho los más grandes esfuerzos para enseñorearse de la escuela pública: para darle el marchamo de los propios principios, para conducirla hacia sus propios fines. Los concordatos de la Santa Sede referidos al tema escolar demuestran la constante tendencia a remarcar las condiciones de subordinación, tanto de la escuela pública como de la privada, a la Iglesia».

Otro gran argumento tratado en Tierra y Libertad es el referido a las relaciones de la Iglesia con el fascismo. El contexto internacional (la victoria de los nazis en 1933 en Alemania y la subida al poder en España de una coalición de centro-derecha con nostalgia monárquica, y la creación de la Falange un mes antes) explican el por qué a partir de 1934 Tierra y Libertad publique cada vez más artículos sobre el tema.

Berneri escribe una larga serie de análisis que van desde las relaciones entre el Vaticano y las dictaduras fascistas (del canciller austriaco Dollfuss a Mussolini, pasando por Hitler) al comportamiento reaccionario de Pío XI, explicando por qué la Iglesia ha sido dirigida hacia la defensa de los poderes fuertes y absolutos respecto a los liberales y democráticos:

«De Constantino a Felipe II de España, la Iglesia ha glorificado a los peores criminales cuando han servido a su poder (…) Cuando se ha planteado la cuestión de las garantías políticas entre el poder y la libertad, cuando se ha tratado de elaborar un sistema de instituciones permanentes que mantuvieran de hecho la libertad al resguardo de las invasiones del poder. En general la Iglesia se ha puesto del lado del despotismo: el liberalismo y la democracia han sido siempre para la Iglesia regímenes a los que oponerse. La Iglesia es, por su naturaleza, teocrática. Cuando los gobiernos están dispuestos a negarle el brazo secular, exalta la monarquía absoluta, la autoridad imperial, la dictadura».

Para la Iglesia es preferible alinearse con hombres fuertes —aunque sean moralmente despreciables— antes que confiar en regímenes políticos liberales o democráticos favorables a la secularización del Estado. Y en esta línea, Pío XI define a Mussolini como «el hombre de la providencia» con ocasión del Pacto de Letrán, de la misma manera que lo fue Napoleón III en 1851 para su predecesor Pío IX. De esta forma se explica el apoyo favorable a los hombres más representativos de la derecha española (Gil-Robles, Calvo Sotelo y los herederos del trono español).

Una Iglesia autoritaria, reaccionaria, fascista. Una Iglesia que colabora con la política colonial mussoliniana en Etiopía.

El anarquismo, a diferencia de los otros partidos o movimientos anticlericales, no pone en evidencia simplemente la inmoralidad del clero y no ve a la Iglesia sólo como un obstáculo para los propios objetivos políticos, sino que propone otra moral, otra ética.

[[Archivo:Francisco ferrer y guardia.jpg|thumb|200px|right|Francisco Ferrer Guardia, anarquista defensor de una educación anticlericalista y libertaria]] De hecho la misma doctrina anarquista presenta, según varios estudiosos, semejanzas con algunas doctrinas cristianas de la Edad Media. Así, los primeros teóricos y militantes del anarquismo como el propio Bakunin (en Italia y en Suiza), Kropotkin (en Rusia) y el ingeniero italiano Giuseppe Fanelli (enviado por Bakunin a España) se parecían a los religiosos esparcidos para la difusión de la «buena nueva». Trasladándose de ciudad en ciudad, pidiendo hospitalidad a los «hermanos obreros», eran llamados «apóstoles de la Idea» y su objetivo primordial era reunir a los trabajadores y educarlos en la lucha contra los patronos. En algunos casos, en la propaganda libertaria se utiliza incluso el modelo cristiano como método de referencia: un buen ejemplo es El Evangelio del Obrero, de Nicolás Alonso Marselau (uno de los primeros seguidores de Bakunin desde los congresos de los años 60), publicado en 1889. El texto recorre las parábolas del Evangelio en clave contemporánea, donde el obrero recuerda muy de cerca a Jesucristo.

En el congreso fundacional de la Confederación Nacional del Trabajo (1910) se declara que «la emancipación material (…) sólo puede llegar como resultado de la emancipación moral». No se trata de la mera afiliación a un sindicato, sino de una «conversión» a una vida en la que los principios morales e ideológicos prevalezcan sobre el resto. No es raro por ello encontrar en este periodo (y en los siguientes) campesinos y obreros «conscientes»: algunos no sólo empiezan a informarse constantemente con la lectura de diarios y semanarios, sino que también leen las obras publicadas por la Escuela Moderna de Ferrer; otros acaban con los vicios que parecen burgueses, como el tabaco, el alcohol, los juegos de azar y la asistencia a burdeles. Se oponen a las peleas de gallos y a las corridas de toros, demuestran una sensibilidad fuera de lo común por la ecología y a menudo adoptan estilos de vida cercanos al naturismo, incluso al vegetarianismo. El matrimonio y el bautismo son prácticas a evitar, pero la monogamia y la fidelidad a la propia compañera o compañero no se pone en discusión: se cree en el amor libre pero no en el libertinaje. Muchos de ellos se convierten en moralistas intransigentes, para quienes toda acción es buena o mala y no se admiten caminos intermedios.

Véase También[edit]

Enlaces Externos y Fuentes[edit]

Referencias[edit]

Categoría: Religión Categoría: Conceptos Categoría: Filosofía