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A.4 - ¿Cuáles son los principales pensadores anarquistas?

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¿Cuáles son los principales pensadores anarquistas?

Aunque Gerard Winstanley (The Law of Freedom, 1652) y William Godwin (Ensayo sobre la Justicia Política 1793) hubiesen empezado a exponer la filosofía del anarquismo en los siglos 17 y 18, hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo 19 para que ver surgir el anarquismo como teoría coherente con un programa sistemático y desarollado.

Este trabajo fue comenzado principalmente por cuatro personas - un alemán Max Stirner (1806-1856), un francés, Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), y dos rusos, Mijaíl Bakunin (1814-1876) y Piotr Kropotkin (1842-1921). Ellos tomaron las ideas en circulación común dentro de las secciones de la población obrera y las expresaron en forma escrita. Nacido en la atmosfera de la filosofía romántica alemana el anarquismo de Stirner (expuesto en Der Einzige und sein Eigentum) fue una forma extrema de individualismo o egotismo que colocaba al individuo único antes de todo - el estado, la propriedad, la ley o el deber. Sus ideas siguen siendo una piedra angular del anarquismo.

Stirner atacó tanto al capitalismo como al socialismo de estado, construyendo las fundaciones del anarquismo tanto individualista como comunista por su crítica egoística del capitalismo y el estado que lo sostiene. En lugar de capitalismo Stirner propone una 'unión de egoistas' - asociaciones libres de individuos únicos que colaboran como iguales para llevar al máximo su libertad y satisfacer sus deseos (incluyendo los deseos emocionales de solidaridad, o 'comercio' como lo nombró Stirner). El individualismo, por definición, no incluye ningún programa concreto para cambiar las condiciones sociales. Eso fue atentado por Pierre-Joseph Proudhon, el primero que se describió públicamente como anarquista.

Sus teorías de mutualismo y federalismo tuvieron una influencia profunda en el crecimiento del anarquismo como movimiento de masas y describió con claridad como un mundo anarquista funcionaría y sería coordinado. Las ideas de Proudhon constituyen la fuente inmediata del anarquismo tanto social como individualista con cada aspecto dando importancia a aspectos diferentes del mutualismo.

Las obras principales de Proudhon incluyen ¿Qué es la propriedad?, Sistema de Contradiciones Economicas y De la Capacidad Política de la Clase Obrera. Mikhail Bakunin es la figura central en el desarollo de las ideas y del activismo anarquista moderno y dio recalcó el papel del colectivismo, la insurección de las masas y la revuelta espontanea en la creación de una sociedad libre y sin clases sociales. También dio importancia a la naturaleza social de la humanidad y la individualidad rechazando el individualismo abstracto del liberalismo como la negación de la libertad. Sus ideas fueron dominantes durante el siglo 20 dentro de grandes secciones del movimiento radical obrero. Muchas de sus ideas son casi iguales a lo que se llamaría más tarde el sindicalismo. Bakunin influyó muchos movimientos sindicalistas - sobre todo en España donde se realizó una revolución social anarquista fundamental. Sus obras incluyen Dios y el Estado, The Paris Commune y The Idea of the State, entre otras.

Bakunin on Anarchism, preparado por Sam Dolgoff es una colección excelente de sus escritos más importantes. Piotr Kropotkin, científico de formación, hizo un detallado y sofisticado análisis anarquista de las condiciones modernas relacionadas con una receta completa para la sociedad futura - anarco comunismo - que continua siendo la teoría de más credito entre los anarquistas. Identificó el apoyo mutuo como la mejor manera por la cual los individuos pueden desarollarse y crecer indicando que la competición entre la humanidad (y otros especies) no era, a menudo, en los mejores intereses de los interesados. Sus obras principales incluyen El Apoyo Mutuo, La Conquista del Pan, Campos, Fabricas y Talleres, La Ciencia Moderna y el Anarquismo, Act for Yourself, The State: Its Historic Role, y muchas otras.

Las variadas teorías propuestas por estos "fundadores anarquistas' no son, sin embargo, mutualmente exclusivas, están interrelacionadas de muchas maneras y hasta cierto punto se refieren a diferentes niveles de la vida social. El individualismo se relaciona muy de cerca con la conducta de nuestras vidas privadas: simplemente reconociendo la unicidad y la libertad de los demás y formando uniones con ellos podemos proteger y llevar al máximo nuestra propria unicidad y libertad; el mutualismo trata de nuestras relaciones más generales con los otros: al trabajar juntos mutualmente aseguramos que no trabajamos para otros. La producción anarquista sería colectivista con la población trabajando unida para su propria beneficio común y en el más amplio mundo social y político se tomarían las decisiones comunalmente. Por supuesto las ideas anarquistas no se cesaron de desarrollarse cuando murió Kropotkin. Ni son simplemente el producto de cuatro hombres.

El anarquismo es por naturaleza una teoría evolutiva con muchos pensadores y activistas. Entre los muchos anarquistas que se podrían mencionar aquí mencionaremos solamente unos. En los EEUU Emma Goldman y Alexander Berkman fueron dos de los pensadores y activistas anarquistas más importantes. Goldman unió el egoismo de Stirner y el comunismo de Kropotkin para crear una teoría apasionada y poderosa que combinó lo mejor de los dos. También puso al anarquismo en el centro de la teoría y la práctica feminista ( ver Anarchism and Other Essays y Red Emma Speaks). Alexander Berkman, compañero de toda la vida de Emma produjo una introducción clásica de las ideas anarquistas llamado What is Communist Anarchism? (también conocido como El ABC del Comunismo Anárquico). El y Goldman fueron expulsados por el gobierno de los EE.UU a Rusia después de la revolución de 1917 porque se les consideraba como demasiado peligrosos para permitirlos quedarse en la tierra de libertad. Italia, con su poderoso y dinámico movimiento anarquista ha producido unos de los mejores escritores. Errico Malatesta pasó más de 50 años luchando por el anarquismo a través del mundo y sus escritos son unos de los mejores en la teoría anarquista. (ver Anarchy o The Anarchist Revolution y Malatesta: Life and Ideas los dos editados por Vernon Richards). Luigi Galleani produjo un anarquismo comunista a la vez poderoso y en contra de la organización que proclamó que, 'El comunismo es simplemente la fundación economica por la cual el individuo disfruta de la oportunidad de regularse y hacer sus funciones' (The End Of Anarchy?). Camillo Berneri, antes de ser asesinado por los comunistas durante la revolución española continuó la tradición honorable del anarquismo crítico y practico asociado con el anarquismo italiano. En cuanto al anarquismo individualista el 'rey' sin duda fue Benjamin Tucker. En su Instead of a Book utilizó su intelecto y humor para atacar a todos los que consideró como enemigos de la libertad (en su mayoría capitalistas pero también algunos anarquistas sociales). Más recientemente, Noam Chomsky (Deterring Democracy, Necessary Illusions, World Orders, Old and New y muchos otros) y Murray Bookchin (Post-Scarcity Anarchism, The Ecology of Freedom, Towards an Ecological Society, y Remaking Society, entre otros) han puesto el movimiento social anarquista al frente de la teoría y el analisis político. La obra de Bookchin ha puesto el anarquismo en el centro del pensamiento ecológico y ha sido una amenaza constante contra aquellos que quieren mistificar o corromper el movimiento creador de una sociedad ecológica. Colin Ward en Anarchy in Action y en otros escritos ha puesto de actualidad El Apoyo Mutuo de Kropotkin documentando la naturaleza anarquista de la vida diaria incluso dentro del capitalismo. Su trabajo sobre el alojamiento ha recalcado la importancia del apoyo mutuo colectivo y la gerencia social del alojamiento contra los dos males de la privatización y la nacionalización.

Podríamos continuar; hay muchos otros escritores que podríamos mencionar. Pero aparte de esos, hay miles de militantes anarquistas 'ordinarios' que nunca han escrito libros pero cuyo sentido común y su activismo han estimulado el espíritu de rebeldía dentro de la sociedad y ayudan a construir el nuevo mundo en el caparazón del viejo. Como dijo Kropotkin, 'el anarquismo se originó dentro del pueblo y preservará su vitalidad y fuerza creativa mientras exista un movimiento popular'.

¿Hay intelectuales afines al anarquismo?

Sí. Hay numerosos intelectuales, tanto de la tradición liberal como la socialista, que son afines al anarquismo. Esto puede parecer sorprendente, pero en el fondo no lo es ya que el anarquismo guarda relación con ambas ideologías. El individualismo es, obviamente, la tendencia más próxima dentro de la tradición liberal, mientras que los socialistas libertarios lo son dentro de la socialista.

Realmente, como escribió Nicholas Walter: “El anarquismo puede ser visto como un desarrollo desde el liberalismo o socialismo. Como liberales, los anarquistas quieren libertad; como socialistas, quieren igualdad”. Sin embargo, también dice: “el anarquismo no es sólo una mezcla de liberalismo y socialismo… Nosotros diferimos fundamentalmente de ellos” (Acerca del anarquismo) En estas afirmaciones Walter se hace eco de los comentarios que Rocker realizó en Anarcosindicalismo. Aunque tales consideraciones pueden ser una herramienta útil para comprobar las relaciones entre el anarquismo y otras teorías, es necesario subrayar que el anarquismo ofrece una crítica anarquista del liberalismo y del socialismo, por lo que no deberíamos situar la originalidad del anarquismo bajo otras ideologías.

La sección A.4.2 trata de aquellos intelectuales liberales que están cercanos al anarquismo, mientras que la sección A.4.3 se centra en aquellos socialistas con simpatías anarquistas. Incluso hay marxistas que inyectan ideas libertarias en sus escritos políticos, de lo que se habla en la sección A.4.4. Tampoco faltan por último pensadores a los que es difícil meterlos en una categoría, y de quienes también trataremos aquí.

El economista David Ellerman ha creado una impresionante obra teórica acerca de la democracia en los puestos de trabajo. Explícitamente, une en sus ideas a los tempranos socialistas ricardianos de Gran Bretaña y a Proudhon, en obras tales como The Democratic Worker-Owned Firm y Property and Contract in Economics, donde él ha fundamentado los derechos al trabajo y la propiedad en la defensa propia contra el capitalismo. Ellerman escribe que: “los demócratas económicos son los nuevos abolicionistas de hoy, intentando suprimir la institución del asalariamiento de las personas en beneficio de una democracia autogestionada en el puesto de trabajo”. Para él “la crítica no es nueva; ya fue desarrollada en la doctrina ilustrada de derechos inalienables. Fue aplicada por los abolicionistas contra el contrato de esclavitud voluntaria y por los políticos democráticos contra la defensa de la contratación voluntaria de gobiernos no democráticos” (The Democratic Worker-Owned Firm). Quienes como los anarquistas estén interesados en crear cooperativas como alternativas a la esclavitud del salario encontrarán sus libros de un enorme interés.

Ellerman no ha sido el único en acentuar los beneficios de la cooperación. Un importante trabajo de Alfie Kohn acerca de este tema aparece construido sobre los estudios de ayuda mutua de Kropotkin por lo que, obviamente, es de interés para los socialistas libertarios. En No Contest: the case against competition y Punished by Rewards, Kohn señala (con bastantes evidencias empíricas) los errores y el impacto negativo de la competición en las cuestiones económicas y sociales, mostrando que ésta no tiene por qué seguir siendo la fractura en que se ha convertido.

Dentro de la teoría feminista, Carole Pateman es quien presenta una mayor influencia libertaria. Independientemente de Ellerman, Pateman ha elaborado un poderoso argumento para la asociación autogestionada en el puesto de trabajo y la sociedad como un todo. Construido desde un análisis libertario de las tesis de Rousseau, su análisis de la teoría contractual ha roto moldes. Si hay que resumir toda la obra de Pateman en un tema, este podría ser el de la libertad y lo que significa ser libre. Para ella, la libertad sólo puede entendida desde la autonomía personal y, consecuentemente, la ausencia de subordinación. De ahí que haya defendido la democracia parcitipativa desde su primer gran trabajo, Participation and Democratic Theory onwards. En este pionero libro, Pateman expuso las limitaciones de la teoría de la democracia liberal, analizando las obras de Rousseau, Mill y Cole, y presentado evidencias empíricas de los beneficios que conlleva la participación de los individuos.

En Problem of Political Obligation, Pateman critica los argumentos liberales sobre la libertad y les encuentra carencias. Según el liberalismo las personas deben consentir ser gobernadas por otras, aunque esto abre el “problema” de que puede que ellas no den dicho consentimiento e, incluso, que nunca lo hayan dado. De acuerdo con lo anterior, el estado liberal carecería de justificación. Pateman profundiza en su análisis para cuestionar por qué la libertad debería ser equiparada a consentir ser gobernado, proponiendo una teoría de la democracia participativa en la cual la gente tome colectivamente sus decisiones (una obligación personalmente más asumida para los conciudadanos que en un estado). Hablando sobre Kropotkin, ella demuestra su conocimiento de la tradición social libertaria, llegando a relacionarla con sus propias ideas.

En su obra El contrato sexual, Pateman disecciona el sexismo del liberalismo clásico y la teoría democrática. La autora analiza la debilidad de lo que llama “teoría contractual” (liberalismo clásico y libertarianismo de derechas) y demuestra cómo ésta no dirige a asociaciones libres de individuos autónomos, sino más bien a relaciones sociales basadas en la autoridad, la jerarquía y el poder ejercidos con unas pocas normas. Sus análisis del estado, el matrimonio y el trabajo asalariado son profundamente libertarios, probando que la libertad debe consistir en algo más que consentir ser gobernado. Ésta es la paradoja del capitalismo liberal, según la cual para que una persona sea libre ha de asumir un compromiso, pero en la realidad ello supone la subordinación a otras decisiones (véase la sección A.4.2 para más información).

Las ideas de Pateman desafían el núcleo de algunas de las creencias de la cultura occidental sobre la libertad individual, y sus ataques a las principales ideas políticas de los filósofos ilustrados son poderosos y convincentes. Sus críticas no se centran únicamente en la tradición liberal y conservadora, sino también en los sesgos de patriarcalismo y jerarquía que se encuentran en la izquierda. En The Disorder of Women están disponibles estas obras, así como una colección de sus ensayos.

Dentro del así llamado movimiento “anti-globalización” (ponemos la coletilla “así llamado” porque sus partidarios son internacionalistas y pretenden una globalización desde abajo, que no sea impuesta desde arriba por y para unos pocos) Naomi Klein exhibe un gran conocimiento de las ideas anarquistas, llegando a tomar su propio trabajo un empuje libertario. En primer lugar Klein sorprende como autora de No Logo, un libro que encuadra el crecimiento del capitalismo consumista, describe la oscura realidad que ocultan sus brillantes marcas de consumo y, lo que es más importante, destaca las formas de resistencia al mismo. En Vallas y ventanas, una colección de ensayos sobre la globalización, de sus consecuencias y de la ola de protestas contra la misma, ella escribe no como una distante académica, sino como participante activa en el movimiento “anti-globalización”.

Los artículos de Klein están muy bien escritos y son atractivos, disimulando la realidad del capitalismo moderno, la brecha, como ella dice, “entre riqueza y poder, pero también entre retórica y realidad, entre lo que es dicho y lo que es hecho. Entre la promesa de globalización y sus efectos reales”. Klein demuestra que nosotros vivimos en un mundo donde el mercado (es decir, el capital) se hace “más libre” mientras que la gente sufre el incremento del poder estatal y la represión subsiguiente. Como un no elegido presidente argentino califica las asambleas populares de su país como “antidemocráticas”. Como la retórica sobre la libertad es utilizada como una herramienta para defender un incremento del poder privado (como ella nos recuerda: “lo que siempre omitimos de la discusión (sobre la globalización) es la distribución del poder. Así que muchos de los debates que tenemos sobre la teoría de la globalización son realmente sobre el poder: quién lo mantiene, quién lo ejerce y quién lo disfraza, pretendiendo que no suscite grandes preocupaciones). (Vallas y ventanas).

Y como la gente está resistiendo a lo largo del mundo. Como ella escribe: “muchos (dentro del movimiento) están cansados de ser representados. Ellos demandan una forma más directa de participación política”. Klein habla de un movimiento del que forma parte, una de cuyas ramas apunta a una globalización desde abajo, una globalización “fundada en los principios de transparencia, responsabilidad y autodeterminación, que libere a las personas en vez de que libere al capital”. Esto significa estar en contra de la “globalización corporativa… que centraliza el poder y la riqueza en poquísimas manos”, mientras presenta como alternativa “descentralizar el poder y construir comunidades fundamentadas en la decisión como creación original, o sea, a través de matrimonios, vecindades, granjas, pueblos, colectividades anarquistas o aborígenes autogestionadas”. Todos ellos son recios principios anarquistas, y como libertarios Klein trata a la gente que administra sus propios asuntos, describiendo ensayos que se han realizado sobre estas ideas por todo el mundo (muchos de los cuales, anota Klein, son anarquistas o están influidos por ideas anarquistas, consciente o inconscientemente). (Op. Cit.)

Otros notables intelectuales libertarios son Henry D. Thoreau, Albert Camus, Aldous Huxley, Lewis Mumford y Oscar Wilde. Son numerosos los pensadores que se aproximan a las conclusiones anarquistas o que tratan temas que resultan de interés a los libertarios. Como Kropotkin notó hace unos cientos de años, ese tipo de escritores, “están llenos de ideas que se presentan íntimamente cercanas al anarquismo, entretejidas con el trabajo que está llevando al pensamiento moderno en la misma dirección de emancipación del hombre tanto de las obligaciones del estado como del capitalismo”. (Anarchism) El único cambio que ha sobrevenido desde entonces es que más nombres pueden ser añadidos a la lista.

Peter Marshall trata de las ideas de muchos, no todos, de los libertarios no-anarquistas que hemos mencionado en ésta y otras secciones en su libro de historia del anarquismo, Demanding the Imposible. El libro de Clifford Harper, Anarchy: A Graphic Guide, resulta también una guía muy útil para conocer más de ellos.

¿Hay intelectuales liberales afines al anarquismo?

Como señalábamos en la última sección, hay intelectuales, tanto de ideología liberal como socialista, que se acercan a la teoría y valores anarquistas. Resulta comprensible, por tanto, que el anarquismo comparta ciertas ideas con ambos.

Sin embargo, como posteriormente veremos en las secciones A.4.3 y A.4.4, el anarquismo tiene un mayor fondo común con parte de la tradición socialista. Esto se debe a que el liberalismo clásico es una ideología profundamente elitista. Las obras de Locke y la tradición a que este filósofo inspiró alentaron a justificar la jerarquía, el estado y la propiedad privada. Como Carole Pateman señala: “El estado natural según Locke, con sus reglas paternalistas y economía capitalista, no merecería la aprobación de los anarquistas”, y más con su visión del contrato social y el estado liberal. Un estado, como Pateman refiere, en el cual “sólo los hombres que poseen cantidades sustanciales de propiedad material son los miembros políticamente relevantes de la sociedad” y existe “precisamente para preservar las relaciones de propiedad del desarrollo capitalista del mercado, para no perturbarlas”. Para la mayoría, los no propietarios, los liberales clásicos hablan de “consenso tácito” para justificar que sean gobernados por unos pocos al “elegir permanecer en el país natal una vez que alcanzan la madurez” (The Problem of Political Obligation).

De esta forma el anarquismo se encuentra en discrepancia con la que puede ser considerada como tradición liberal capitalista, proveniente de Locke, fundamentada sobre los argumentos de este autor acerca de la jerarquía. Como David Ellerman apunta: “ésta es toda una tradición de defensa del gobierno no-democrático basada en el consentimiento (…) en un voluntario contrato social que aliena los derechos fundamentales de soberanía”. En el terreno económico, estos postulados se reflejan en la defensa del trabajo asalariado y el autoritarismo capitalista creada para que “el contrato laboral sea la limitada versión moderna del lugar de trabajo” de tales contratos (The Democratic Worker-Owned Firm). Este liberalismo capitalista se reduce esencialmente a la libertad de escoger amo o, si estás entre los pocos afortunados, a llegar a ser amo. La idea de que la libertad significa autodeterminación en cualquier tiempo para todos desaparece. Consecuentemente, puedes vender (alienar) tus derechos y tu libertad en el mercado. Como discutiremos en la sección B.4, esto quiere decir que en la práctica la mayor parte de la gente está sometida a normas autoritarias para la mayor parte de su tiempo consciente (ya sea en el trabajo o en la intimidad).

El equivalente moderno del liberalismo clásico es la tradición libertaria (o libertariana) derechista, asociada a nombres como Milton Friedman, Robert Nozick, von Hayek y otros. Como ellos animan a reducir las competencias estatales exclusivamente a la defensa de la propiedad privada y a reforzar las jerarquías que origina esa institución social, no puede forzarse la imaginación hasta el punto de considerarlos cercanos al anarquismo. Lo que es conocido como liberalismo en Estados Unidos, dicen, se refiere más a la tradición liberal demócrata y tiene, como el anarquismo, poco en común con los estridentes defensores capitalistas del estado mínimo. Mientras estos autores se contentan (en ocasiones) con denunciar los ataques del estado a la libertad individual, prefieren defender la libertad del propietario para imponer exactamente las mismas restricciones hacia aquellos de quienes se sirva en su capital o sus propiedades.

Puesto que el feudalismo combinaba propiedad y constitución, que la entrada de los lugareños en el gobierno fue una concesión de los propietarios de la tierra, no sería exagerado concluir que la tradición libertariana derechista no es más que una moderna (y voluntaria) variante. No es más libertariano que cuando los señores feudales combatían los poderes del rey para proteger su propio poder hacia sus tierras y súbditos. Como señala Chomsky: “las doctrinas “libertarianas” que tan de moda están en Estados Unidos y Gran Bretaña particularmente (…) me parece que se reducen a la defensa de una u otra forma de autoridad ilegítima, muy frecuentemente una tiranía real” (Anarquismo, Marxismo y esperanzas para el futuro). Además, como Benjamin Tucker notó revisando a sus predecesores, mientras ellos se contentaban con atacar las regulaciones estatales que benefician a una mayoría o limitaran el poder, callaban sobre las leyes (y regulaciones y derechos) que benefician a unos pocos.

No obstante, existe otra tradición liberal, esencialmente pre-capitalista, que tiene más en común con las aspiraciones del anarquismo. Acerca de ella, Chomsky escribe lo siguiente:

“Esas ideas [de anarquismo] provienen de la Ilustración; sus raíces están en El discurso sobre la desigualdad de Rousseau, en Los límites de la acción del estado de Humboldt, en la insistencia de Kant en la defensa de la Revolución Francesa, que la libertad es la precondición para adquirir la madurez para la libertad, no un regalo que se adquiera cuando la madurez sea lograda. Con el desarrollo del capitalismo industrial, un nuevo y no previsto sistema de injusticia, es el socialismo libertario que ha expresado y extendido el mensaje radical humanista de la Ilustración y los ideales liberales clásicos, que fueron pervertidos por una ideología para sostener el orden social emergente. De hecho, en las mismas presunciones que llevó al liberalismo clásico a oponerse a la intervención del estado en la sociedad, las relaciones sociales capitalistas eran también intolerables. Esto se ve claro, por ejemplo, en el clásico libro de Wilhelm von Humboldt, Los límites de la acción del estado, que anticipa y quizás inspira a John Stuart Mill. Esta obra clásica del pensamiento liberal, concluida en 1792, es en su esencia, aunque de forma prematura, profundamente anticapitalista. Sus ideas hubieron de ser suavizadas, hasta volverse prácticamente irreconocibles, a fin de transmutarlas en una ideología del capitalismo industrial.”



Chomsky analiza esto con un mayor detalle en su ensayo "Lenguaje y Libertad". Así como Humboldt y Mill, como liberales “pre-capitalistas” se incluiría a Thomas Paine, quien imaginó una sociedad basada en artesanos y pequeños granjeros (por ejemplo, una economía pre-capitalista), con un enorme nivel de igualdad y, por supuesto, un gobierno mínimo. Sus ideas han inspirado a obreros radicales de todo el mundo y, como E. P. Thompson nos recuerda, Los derechos del hombre, de Thomas Paine, fue “un texto fundacional del movimiento obrero inglés [y escocés]”. Mientras que sus ideas sobre el gobierno se encuentran “cercanas a la teoría anarquista”, sus propuestas de reforma “constituyen una fuente de la legislación social del siglo XX” (La formación de la clase obrera en Inglaterra). Su combinación del interés por la libertad y por la justicia social le sitúan como próximo al anarquismo.

Ahí se encuentra también Adam Smith. Mientras la derecha (particularmente elementos de la derecha libertariana) lo reclama como liberal clásico, sus ideas se muestran más complejas. Por ejemplo, como Noam Chomsky señala, Smith defendió el libre mercado porque “conduciría a la perfecta igualdad, no sólo igualdad de oportunidad sino igualdad de condición” (Lucha de clases) Como Smith anotó, “en una sociedad donde se dejara que las cosas siguieran su curso natural, habría una perfecta libertad”, lo que quiere decir que “las ventajas pronto retornarían a otros empleos” y así “los diferentes empleos de trabajo y capital deben ser o perfectamente iguales o tendiendo continuamente a la igualdad”. No se opuso a la intervención estatal o a las ayudas estatales para las clases trabajadoras. Por ejemplo, defendió la educación pública para combatir los efectos negativos de la división del trabajo. Sin embargo, se posicionó en contra de la intervención estatal en otros casos porque siempre que “una legislatura intenta regular diferencias entre los patronos y sus trabajadores, sus consejeros son siempre los patrones. Cuando la regulación, por consiguiente, está a favor de los trabajadores, es siempre justa y equitativa; pero es de otra manera cuando se muestra a favor de los patronos”. Smith advierte que “la ley castigaría” uniones de trabajadores “muy severamente” mientras ignoraría las uniones de los patronos “si la ley fuera imparcial, trataría a los patronos de la misma manera”. (La riqueza de las naciones). De este modo, se opuso en general a la intervención estatal porque el estado sólo funcionaba de unos pocos, que era a quienes beneficiaban sus actuaciones, no a la mayoría. Queda en la duda si Smith habría dejado sin modificar sus ideas de laissez-faire si hubiese llegado a ver el desarrollo del capitalismo corporativo. Este extremo de las críticas a la obra de Smith es convenientemente ignorado por quienes lo colocan en la tradición liberal clásica.

Smith, argumenta Chomsky, fue “una persona pre-capitalista y anti-capitalista con raíces en la Ilustración”. Sí, sostiene, “los liberales clásicos, los [Thomas] Jefferson y los Smith, se opusieron a las concentraciones de poder que vieron alrededor suyo. Ellos no vieron otras formas de concentración de poder que las que habrían de desarrollarse más adelante. Cuando las vieron, no les gustaron. Jefferson fue un buen ejemplo. Él se opuso enérgicamente a las concentraciones de poder que vio desarrollarse, y advirtió que las instituciones bancarias y las corporaciones industriales, que apenas acababan de ser alumbradas, destruirían en su día los logros de la revolución” (Op. Cit.).

Como Murray Bookchin señala, Jefferson “es el más claramente identificado en la temprana historia de los Estados Unidos con las demandas e intereses políticos de los propietarios y granjeros independientes” (The Third Revolution) En otras palabras, con formas pre-capitalistas. También encontramos a Jefferson contrastando a los aristócratas con los demócratas. Los primeros son “aquellos que temen y desconfían del pueblo, y desean sacar todos los poderes de sus manos y ponerlos en las de las clases más altas”. Los demócratas “se identifican con el pueblo, tienen confianza en él, lo aprecian y consideran como honesto y fiable (…) depositario del interés público, si no siempre, la mayor parte de las veces” (citado por Chomsky, Perspectivas sobre el poder). Como Chomsky apunta, los “aristócratas” eran “los defensores del naciente estado capitalista, al cual Jefferson vio con consternación, reconociendo la contradicción obvia entre democracia y capitalismo” (Op. Cit.). El ensayo de Claudio J. Katz, Thomas Jefferson's Liberal Anticapitalism, explora provechosamente estas cuestiones (American Journal of Political Science, vol. 47, No. 1 (Ene, 2003), pp. 1-17).

Jefferson llegó incluso a afirmar que “una pequeña rebelión, entonces y ahora (…) es una medicina necesaria para tantear la salud del gobierno (…) El árbol de la libertad debe ser refrescado de tanto en tanto con la sangre de tiranos y patriotas” (citado por Howard Zinn, La otra historia de los Estados Unidos). Sin embargo, sus credenciales libertarias se ven perjudicadas por su doble condición de presidente de los Estados Unidos y propietario de esclavos, pero comparado con los otros padres fundadores del estado norteamericano, su liberalismo reviste una forma democrática. Como Chomsky nos recuerda “todos los padres fundadores odiaron la democracia (…) Thomas Jefferson fue en parte una excepción, pero sólo en parte”. El estado americano, como estado clásico liberal, fue creado (según James Madison) “para proteger a la minoría de la abundancia de la mayoría”. O, para repetir el principio de John Jay, “la gente que posee el país debe gobernarlo” (Understanding Power). Si los americanos han preferido (formalmente) una democracia a una oligarquía, ha sido más bien a pesar que a causa del liberalismo clásico.

Aquí se encuentra también John Stuart Mill, que reconoció la contradicción fundamental del capitalismo. ¿Cómo puede una ideología que se proclama partidaria de la libertad individual sostener instituciones que sistemáticamente anulan esa libertad en la práctica? Por esa razón Mill atacó el matrimonio patriarcal, argumentado que el matrimonio debe ser una voluntaria asociación entre iguales, con “comprensión en la igualdad (…) viviendo ambos en amor, sin poder en un lado u obediencia en otro”. Rechazando la idea de que debía haber un “amo absoluto” en cualquier asociación, señalaba que “el compañerismo en los negocios (…) no ha de ser necesariamente declarado o pensado para representar todo tipo de compañerismo, un compañero debe tener un completo control sobre lo que le concierne, y los otros deben estar obligados a obedecer su norma” (El sometimiento de las mujeres, citado por Susan Brown, The Politics of Individualism).

Aun su propio ejemplo muestra el error en la defensa liberal del capitalismo, por cuanto el empleado está sujeto a una relación en la que el poder se acumula de una parte y la obediencia de la otra. Lógicamente, por tanto, Mill defiende que “la forma de asociación (…) que la humanidad persigue para mejorar, debe esperarse que predomine al final, porque no puede existir entre un capitalista como jefe y un pueblo trabajador sin voz en la dirección, pero sí entre la asociación de los mismos trabajadores con condiciones de igualdad, propiedad colectiva del capital (…) y trabajo bajo oficiales elegidos y separados por ellos” (Principios de economía política). La jefatura autocrática de las horas de trabajo es difícilmente compatible con la máxima de Mill de que “sobre sí mismo, sobre su cuerpo y sobre su mente el individuo es soberano”. La oposición de Mill al gobierno centralizado y al trabajo asalariado llevó a sus ideas a ser más afines al anarquismo que a la mayor parte de las liberales, como cuando comentó que “el principio social del futuro” era “cómo unir la más grande libertad de acción con una propiedad común de las materias primas del mundo, y una participación equitativa en todos los beneficios del trabajo combinado” (citado por Peter Marshall, Demanding the Impossible). Su defensa de la individualidad, Sobre la libertad, es un trabajo clásico, aunque errado, y su análisis de las tendencias socialistas (Capítulos sobre el socialismo) es una valiosa lectura por su evaluación de los pros y los contras de la perspectiva liberal (democrática).

Como Proudhon, Mill fue un precursor del socialismo de mercado de hoy y un firme defensor de la descentralización y la participación social. Esto, defiende Chomsky, resulta lógico porque el pensamiento liberal pre-capitalista clásico “se encuentra opuesto a la intervención estatal en la vida social, como consecuencia de las más profundas asunciones sobre la necesidad humana de libertad, diversidad y asociación libre. En las mismas asunciones las relaciones capitalistas de producción, el trabajo asalariado, la competitividad, la ideología de “individualismo posesivo”, deben ser todas vistas como fundamentalmente anti-humanas. El socialismo libertario tiene que ser visto como el correcto heredero de las ideas liberales de la Ilustración” (Apuntes sobre anarquismo)

Por tanto, el anarquismo comparte cosas en común con formas liberales pre-capitalistas y democráticas. Las esperanzas de esos liberales fueron destruidas por el desarrollo del capitalismo. Citando el análisis de Rudolf Rocker:

“El Liberalismo y la Democracia fueron conceptos prominentemente políticos, y desde entonces la gran mayoría de sus partidarios originales conservaron el derecho de propiedad en su viejo sentido, y tuvieron que renunciar a sus principios cuando el desarrollo económico tomó un curso que no podía ser reconciliado con las nociones originales de Democracia, y todavía menos con las del Liberalismo. La Democracia, con su lema de “todos los ciudadanos son iguales ante la ley”, y el Liberalismo con su “los derechos del hombre son naturales a las personas”, naufragaron en las realidades surgidas de la forma económica capitalista. Mientras que millones de seres humanos de todos los países tuvieron que vender su fuerza de trabajo a una pequeña minoría de propietarios, hundiéndose en la más horrible de las miserias si no podían encontrar compradores, la así llamada “igualdad ante la ley” se queda simplemente en un piadoso fraude, desde que las leyes son hechas por los que se encuentran en posesión de la riqueza social. Pero de la misma manera ellos tampoco pueden hablar de “derechos naturales a las personas”, por finalizar esos derechos cuando uno es compelido a someterse al dictado económico de otro si no quiere morir de hambre”


¿Hay intelectuales socialistas afines al anarquismo?

El anarquismo se desarrolló en respuesta al avance del capitalismo, y es en la tradición socialista no anarquista donde éste tiene a la mayor parte de sus compañeros de lucha.

Los primeros socialistas británicos (conocidos como socialistas ricardianos) siguen la estela dejada por las ideas de Robert Owen, que eran bastante similares a algunas de las anarquistas. Por ejemplo, Thomas Hodgskin expuso planteamientos similares al mutualismo de Proudhon, mientras William Thompson propuso una anti-estatal y comunal forma de socialismo basada en comunidades de cooperativa mutua que guardaban gran parecido con el anarco-comunismo (Thompson había sido mutualista antes de llegar a ser comunista a luz de los problemas que aún un mercado no capitalista tendría). John Francis Bray resulta así mismo de interés, como también el radical agrarista Thomas Spence, que desarrolló un tipo comunal de socialismo basado en la tierra donde trataba muchas ideas normalmente asociadas con el anarquismo (véase The Agrarian Socialism of Thomas Spence, en Ecology and Anarchism de Brian Morris). Además, el primer movimiento obrero británico “desarrolló, fase a fase, una teoría del sindicalismo”, cuarenta años antes de que Bakunin y el ala libertaria de la Primera Internacional lo hiciera (E.P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra). The Real Rights of Man de Noel Thompson es un buen resumen sobre todos aquellos pensadores y movimientos, así como el clásico de E.P. Thompson de historia social sobre la vida (y la política) de la clase obrera durante este periodo, La formación de la clase obrera en Inglaterra.

Las ideas libertarias no se extinguieron en Gran Bretaña durante los años 40 del siglo XIX. Allí nos encontraremos también a los casi sindicalistas de los Guild Socialists (Socialistas Gremiales) de las décadas diez y veinte del XX, quienes defendieron un sistema comunal descentralizado con un control obrero sobre la producción. Guild Socialism Restated de G.D.H. Cole es la obra más famosa de esta escuela, la cual incluye también a autores como S.G. Hobson y A.R. Orage (The Tradition of Workers' Control de Geoffrey Osteregaard proporciona un buen resumen de las ideas de Guild Socialism). Bertrand Russell, otro miembro de Guild Socialism, se sintió atraído por las ideas anarquistas y escribió un estudio muy informado y reflexionado sobre anarquismo, sindicalismo y marxismo en su clásico libro Los caminos de la libertad.

Mientras Russell se mostraba pesimista sobre las posibilidades del anarquismo en un futuro próximo, sentía que era “la concepción fundamental a la que la sociedad debería aproximarse”. Como Guild Socialist, asumió que allí “no podrían estar en una democracia o libertad reales hasta que los hombres trabajaban en empresas controlasen también sus direcciones”. Su visión sobre la sociedad ideal la defendería cualquier anarquista: “un mundo en el que el espíritu creativo está vivo, en el cual la vida es una aventura llena de alegría y esperanza, basada tanto en el impulso a construir como en el deseo de conservar lo que poseemos o tomar lo que poseen otros. Debe ser un mundo en el que el cariño sea un juego libre, en el que el amor sea purgado del instinto de dominación, en el que la crueldad y la envidia hayan sido disipadas por la felicidad y el desarrollo sin trabas de todos los instintos que fortalecen la vida y la llenan de deleites mentales” [citado por Noam Chomsky, Conocimiento y libertad). Un interesante escritor, versado en muchos temas, cuyo pensamiento y activismo social ha influido en muchos otros intelectuales, incluido Noam Chomsky (su Conocimiento y libertad es una extensa exposición sobre algunos de los temas tratados por Russell).

Otro destacado socialista libertario británico, pensador y activista, fue William Morris. Morris, amigo de Kropotkin, fue muy activo en la Socialist League, y encabezó su ala antiparlamentaria. Morris puso énfasis en que no era anarquista, y es cierto que hay una pequeña diferencia entre sus ideas y las de la mayor parte de los anarco-comunistas (Morris dijo que era comunista y no se vio en la necesidad de agregarle el adjetivo anarquista. Para él, el comunismo era democrático y liberador). Su novela utópica Noticias de ninguna parte pinta una convincente visión de una sociedad comunista libertaria donde la industrialización ha sido desplazada por una economía comunal basada en las manufacturas. Para una exposición de las ideas de Morris, situadas en el contexto de su famosa utopía, véase William Morris and News from Nowhere: A Vision for Our Time (Stephen Coleman y Paddy O'Sullivan (eds.))

Tampoco hay que olvidar al intelectual griego Cornelius Castoriadis. Inicialmente trotskista, su valoración del profundo análisis de Trotski sobre los errores de la Rusia estalinista como estado obrero corrompido le llevó a abandonar primero el leninismo y más adelante el marxismo. Esto le condujo a conclusiones libertarias, al ver que la clave del asunto no es quién posee los medios de producción sino la jerarquía. La lucha de clase está por tanto entre los que tienen el poder y los que están sometidos a él. Esto le llevó a rechazar a los economistas marxistas y valorar como abstracto su análisis de las luchas de clase en el corazón de la producción (los marxistas autónomos desechan la interpretación de Marx, pero son los únicos marxistas que lo hacen). Castoriadis, como los socialistas libertarios, vio a la sociedad del futuro basada en una autonomía radical, con una autonomía generalizada y consejos de trabajadores organizados de abajo a arriba. Sus tres volúmenes de obras completas (Escritos políticos) son lecturas esenciales para todos los que estén interesados en políticas socialistas libertarias y en una crítica radical de Marx.

Debería hacerse una mención especial de Maurice Brinton quien, así como tradujo muchas obras de Castoriadis, también fue un significado intelectual socialista libertario y activista. Ex-trotskista como Castoriadis, Brinton hizo un hueco en el espacio político para un socialismo revolucionario de corte libertario, opuesto tanto al reformismo burocrático del laborismo como al estado policial socialista del estalinismo, y el autoritarismo del leninismo que lo había producido. Brinton sacó numerosos panfletos explicativos donde dio forma al pensamiento de una generación de anarquistas y otros socialistas libertarios. Éstos incluyeron Paris: May 1968, su brillante testimonio sobre la cercana revolución francesa, el esencial Los bolcheviques y el control obrero, en el cual exponía la hostilidad de Lenin hacia la autonomía de los trabajadores, y Lo irracional en política, una reafirmación y desarrollo de la temprana obra de Wilhelm Reich. Ésos y muchos más artículos han sido recogidos en el volumen For Workers' Power: The Selected Writings of Maurice Brinton, editado por David Goodway.

El historiador americano radical Howard Zinn se ha calificado con frecuencia a sí mismo como anarquista, y está bien informado sobre la tradición anarquista (escribió un excelente ensayo introductorio en Anarchism para una edición americana de un libro de Herbert Read). Así como su clásico La otra historia de los Estados Unidos , sus escritos sobre desobediencia civil y acción directa no-violenta son esenciales. Una brillante colección de ensayos de este erudito socialista libertario ha sido publicada con el título The Zinn Reader. Otros notables socialistas libertarios afines al anarquismo son Edward Carpenter (véase por ejemplo Edward Carpenter: A Life of Liberty and Love, de Sheila Rowbotham) y Simone Weil (Opresión y Libertad)

Sería valioso mencionar a esos socialistas de mercado que, como anarquistas, basan su socialismo en la autonomía de los trabajadores. Rechazando la planificación central, vuelven a las ideas de democracia industrial y socialismo de mercado defendido por Proudhon (aunque, proviniendo de una formación marxista, generalmente olvidan mencionar que su conexión con la planificación central acentúa la contradicción). Allan Engler (en Apostles of Greed) y David Schweickart (en Against Capitalism y Más allá del capitalismo) han realizado útiles críticas del capitalismo y presentado una visión del socialismo enraizado en lugares de trabajo organizados cooperativamente. Mientras conservan un elemento de gobierno y estado en sus ideas políticas, esos socialistas han situado la autonomía económica en el seno de su visión económica, y consecuentemente están más cercanos al anarquismo que la mayor parte de los socialistas.

¿Hay intelectuales marxistas afines al anarquismo?

Ninguno de los socialistas libertarios que hemos destacado en la sección anterior era marxista. Resulta sorprendente conocer que la mayor parte de las tendencias marxistas son autoritarias. Pero éste no es el caso de todas las escuelas del marxismo. Hay importantes sub-ramas que comparten la visión anarquista de una sociedad autogestionada. Éstas incluyen el comunismo consejista, el situacionismo y el autonomismo. Quizás sea significativo que esas pocas tendencias que están más próximas al anarquismo, como también las anarquistas, sean más conocidas por los nombres de sus componentes. Lo veremos en su momento.

El comunismo consejista nació en la revolución alemana de 1919 cuando los marxistas, inspirados por el ejemplo de los soviets rusos e indignados por el centralismo, el oportunismo y la traición de la corriente dominante marxista socialdemócrata, extrajeron similares conclusiones de anti-parlamentarismo, acción directa y descentralización que las que eran sostenidas por los anarquistas desde [Mijaíl Bakunin|Bakunin]]. Como los oponentes libertarios de Marx en la Primera Internacional, defendieron que una federación de consejos obreros formaría la base de una sociedad socialista y, consecuentemente, vieron la necesidad de construir en los lugares de trabajo organizaciones para promover su formación. Lenin atacó a estos movimientos y sus defensores en su diatriba La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo , que el comunista consejista Herman Gorter echó por tierra en su An Open Letter to Comrade Lenin. Hacia 1921 los comunistas consejistas rompieron con el bolchevismo, que ya los había expulsado tanto de los partidos comunistas nacionales como de la Internacional Comunista.

Como los anarquistas, argumentaban que Rusia era un capitalismo estatal con una dictadura de partido, y que no tenía nada que ver con el socialismo. Y, de nuevo como los anarquistas, los comunistas consejistas argüían que el proceso de construcción de una nueva sociedad, al igual que la revolución misma, o es un trabajo del propio pueblo o está muerto desde su inicio. También como los anarquistas, ellos vieron que los bolcheviques se hacían con el poder de los soviets (como de los sindicatos) subvirtiendo la revolución e iniciando la restauración de la opresión y la explotación.

Para saber más sobre el comunismo consejista las obras de Paul Mattick son una lectura esencial. Mientras que es más conocido como escritor de teoría marxista económica en obras tales como Marx y Keynes, Crisis y teoría de la crisis y Economics, Politics and the Age of Inflation, Mattick fue comunista consejista desde la revolución alemana de 1919/1920. Sus libros Anti-Bolshevik Communism y Marxism: The Last Refuge of the Bourgeoisie? son una excelente introducción a sus ideas. También es esencial la lectura de obras de Anton Pannekoek. Su clásico Los consejos obreros explica el comunismo consejista desde sus principios más simples, mientras que su Lenin, filósofo disecciona las reivindicaciones de Lenin de su carácter marxista (Serge Bricinaer, Pannekoek and the Workers' Councils, es el mejor estudio del desarrollo de las ideas de Pannekoek). En Gran Bretaña la militante sufragista Sylvia Pankhurst se hizo comunista consejista tras el impacto de la Revolución Rusa y, junto con anarquistas como Guy Aldred, lideró la oposición a la importación del leninismo al movimiento comunista inglés (véase Anti-Parliamentary Communism: The Movement for Workers Councils in Britain, 1917-45 de Mark Shipway para más detalles sobre el comunismo libertario británico). Otto Rühle y Karl Korsch son otros pensadores importantes de esta tendencia.

Configurado sobre las ideas del comunismo consejista, los situacionistas desarrollaron sus ideas en nuevas e importantes direcciones. Funcionando a finales de la década de los cincuenta y los sesenta del siglo pasado, combinaron ideas del comunismo consejista con el surrealismo y otras formas de arte radical para producir una impresionante crítica del capitalismo post bélico. A diferencia de Castoriadis, cuyas ideas les influyó, los situacionistas siguieron considerándose marxistas, desarrollando la crítica de Marx a la economía capitalista en una crítica a la sociedad capitalista como alienación, pasando de ser localizada en la producción capitalista a encontrarse en la vida diaria. Los situacionistas acuñaron la expresión “The Spectacle” para describir un sistema social en el cual la gente llegaba a estar alienada de sus propias vidas y hacían el papel de una audiencia, de espectadores. Por tanto, el capitalismo había puesto el ser en el tener y ahora, con el espectáculo, los había colocado en el parecer. Los situacionistas sostenían que no podemos aguardar una revolución lejana, sino más bien liberarnos a nosotros mismos aquí y ahora, creando eventos (“situaciones”) que trastornarían lo normal y lo ordinario para sacudir a la gente de sus papeles asignados dentro de la sociedad. Una revolución social basada en una soberanía absoluta, asambleas clasificadas y consejos autogestionados serían la “situación” final y el objetivo de todos los situacionistas.

Mientras se mantenían críticos con el anarquismo, las diferencias entre las dos teorías son relativamente menores y el impacto de los situacionistas en el anarquismo no puede ser desestimado. Muchos anarquistas adoptaron su crítica de la sociedad capitalista moderna, subversión del arte moderno y la cultura con propósitos revolucionarios, y la llamada a la revolución de la vida cotidiana. Irónicamente, mientras el situacionismo se veía a sí mismo como un de trascender las formas tradicionales de marxismo y anarquismo, llegó a ser esencialmente subsumido por el anarquismo. Las obras clásicas del situacionismo son La sociedad del espectáculo de Guy Debord y The Revolution of Everyday Life de Raoul Vanegeim. La Situationist International Anthology (editado por Ken Knabb) es una lectura esencial para situacionistas en ciernes, como el libro de Knabb Public Secrets.

La última es el autonomismo marxista. Fundado a partir de las obras del comunismo consejista, Castoriadis, el situacionismo y otros, coloca a la lucha de clases en el núcleo de su análisis del capitalismo. Originalmente desarrollado en Italia durante la década de 1960, tuvo muchas corrientes, algunas más próximas al anarquismo que otras. Mientras que el más famoso pensador de la tradición autonomista sea probablemente Toni Negri (quien acuñó la maravillosa frase de: “el dinero tiene una única cara, la del jefe”, en Marx más allá de Marx), sus ideas están más dentro del marxismo tradicional. Para conocer autonomistas cuyas ideas se encuentren cercanas al anarquismo, tenemos que ir al pensador anarquista que ha escrito el mejor resumen sobre las ideas de Kropotkin, en el cual encontraremos útiles indicaciones sobre las similitudes entre anarco-comunismo y autonomismo marxista (Kropotkin, Self-valorisation and the Crisis of Marxism, Anarchist Studies, vol. 2, no. 3). Su libro, Reading Capital Politically, es una lectura vital para entender al autonomismo y su historia.

Cleaver utiliza la categoría de “autonomismo marxista” como un genérico para una variedad de movimientos, políticos e intelectuales que enfatizan el poder autónomo de los obreros; autónomos del capital, obviamente, pero también de sus organizaciones oficiales (como, por ejemplo, los sindicatos o los partidos políticos) y, además, el poder de grupos obreros particulares que actúan autónomamente de otros grupos obreros (por ejemplo, mujeres de hombres). Con “autonomía” se quiere hablar de la habilidad de la clase obrera para definir sus propios intereses, luchar por ellos y, principalmente, ir más allá de la respuesta a la explotación y tomar la ofensiva en los modos que conforman la lucha de clases y determinar el futuro. Por tanto, los autónomos sitúan a la lucha de clases en el centro de su pensamiento sobre el capitalismo, cómo desarrollarla y sus dinámicas tanto en los conflictos de clase como dentro de ella. El autonomismo no se limita tan sólo al lugar de trabajo y cómo los trabajadores resisten la imposición del trabajo en la fábrica o la oficina, ralentizando la producción, haciendo huelgas o saboteando, sino también a la resistencia anti-alienante de reducir las vidas al trabajo. Para los autónomos el surgimiento del comunismo no es algo que deba venir más tarde o temprano, sino que debe ser creado cotidianamente por los desarrollos normales de nuevas formas de actividad propias de la clase obrera.

Las similitudes con los anarquistas sociales son palpables, lo cual explica probablemente por qué los autónomos gastan tanto tiempo analizando y citando a Marx, justificando sus ideas, ¡porque si no otros marxistas seguirán las críticas de Lenin a los comunistas consejistas y les catalogarán de anarquistas, ignorándolos! Para los anarquistas, todas estas citas de Marx parecerán un pasatiempo. A lo sumo pensarán que si Marx fue en el fondo un precursor del autonomismo, ¿por qué gastan tanto tiempo los autónomos en re-construir lo que éste quiso “realmente” decir? ¿Por qué no lo dice para empezar de forma clara? Del mismo modo, ¿por qué empezar con citas (algunas veces oscuras) y comentarios (en ocasiones vagos) de Marx para justificar sus pensamientos? ¿Desmienten su verdad si Marx no los mencionó primero? Lo que consiguen estas reivindicaciones autónomas del marxismo es, al contrario de lo que pretende, quedarse rezagados buscando sus raíces ideológicas en los textos de dos autores desaparecidos hace mucho tiempo. Como el surrealista debate de Trotsky y Stalin en la década de 1920 sobre “Socialismo en un solo país” conducido mediante citas de Lenin, todas las cuales demostraron que una idea no es correcta hasta que esté de acuerdo con lo que la autoridad (Lenin o Marx) pueda haber sostenido sobre la misma.

Otros marxistas libertarios próximos al anarquismo fueron Erich Fromm y William Reich. Ambos ensayaron combinando Marx con Freud, dando lugar a un análisis radical del capitalismo y de la personalidad desordenada que surge como producto del mismo. Erich Fromm, en libros como El miedo a la libertad, Ética y psicoanálisis, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea y ¿Tener o ser?, desarrolló un poderoso y profundo análisis del capitalismo que criticaba como éste conformaba al individuo y creaba barreras psicológicas a la libertad y la vida auténtica. Sus obras atacan varios tópicos, también éticos, como la personalidad autoritaria (qué la causa y cómo cambiarla), alienación, libertad, individualismo y cómo debería ser una buena sociedad.

Los análisis de Fromm del capitalismo y su forma de vida basado en el “tener” son increíblemente intuitivos, especialmente en el contexto consumista de hoy. Para Fromm el modo en que vivimos, trabajamos y nos organizamos influye en nuestro desarrollo, nuestra salud (física y mental) y nuestra felicidad más de lo que sospechamos. Él cuestiona la salud de una sociedad que codicia la propiedad sobre la humanidad y se apega más a las teorías de sumisión y dominación que a las de autogestión y autodeterminación. Su mordaz acusación al capitalismo moderno es la de que nos muestra que los principales recursos que prevalecen hoy en día son el de aislamiento y alienación. La alienación, para Fromm, está en el núcleo del sistema (ya sea capitalismo privado o estatal). Estamos encantados con nosotros mismos, pero esta consideración ha de extenderse al conjunto de nuestra para que se dé más valor a lo animado (humano) que a lo inanimado (propiedad).

Fromm hundía sus raíces en una interpretación humanista de Marx, rechazando el leninismo y el estalinismo por la corrupción autoritaria de las tesis marxistas (“la destrucción del socialismo… comenzó con Lenin”). Además, Fromm acentuó la necesidad de una forma descentralizada y libertaria de socialismo, afirmando que los anarquistas habían acertado al cuestionar las preferencias de Marx por la centralización y el estado. Como escribió: “los errores de Marx y Engels… [y] su orientación centralista, se debían al hecho de que muchos provenían de la tradición burguesa de los siglos XVIII y XIX, psicológica e intelectualmente más que otros como Fourier, Owen, Proudhon y Kropotkin”. Como la contradicción de Marx se encontraba entre “los principios de centralización y descentralización”, para Fromm “Marx y Engels eran unos pensadores mucho más burgueses que Proudhon, Bakunin, Kropotkin y Landauer. Paradójicamente, tal y como suena, el desarrollo leninista del socialismo supuso más una regresión a los conceptos burgueses de estado y poder político que el concepto de nuevo socialismo, expresado de forma mucho más clara por Owen, Proudhon y otros” (Psicoanálisis de la sociedad contemporánea) El marxismo de Fromm fue por consiguiente de un corte libertario y humanista y sus interpretaciones de enorme importancia para todo aquél que esté interesado en un cambio a mejor de la sociedad.

Wilhelm Reich, como Fromm, propone elaborar una psicología social basada tanto en el marxismo como en el psicoanálisis. Para Reich, la represión sexual hace sumisa a la gente al autoritarismo y la predispone hacia los regímenes tiránicos. Esta orientación le sirvió para analizar el nazismo (La psicología de masas del fascismo) pero también puede ser aplicada a otras sociedades y movimientos (no es una coincidencia, por ejemplo, que la derecha religiosa americana se oponga al sexo pre-marital y use tácticas escabrosas en los adolescentes para asociarlo con la enfermedad, la suciedad o la culpabilidad).

El argumento de Reich es que debido a la represión sexual desarrollamos lo que llama un carácter blindado, que nos lleva a apropiarnos de nuestras represiones y asegura que podamos funcionar en una sociedad jerárquica. Este condicionamiento social está producido por la familia patriarcal y sus resultados definitivos son el poderoso reforzamiento y perpetuación de la ideología dominante y la producción en masa de individuos con obediencia fundada en torno a ella, individuos preparados para aceptar la autoridad del profesor, sacerdote, patrón y político, así como confirmar la estructura social prevaleciente. Esto explica que individuos y grupos puedan soportar movimientos e instituciones que los explotan u oprimen. En otras palabras, pensar, sentir y actuar contra sí mismos y, además, poder asumir su propia represión en un grado tal como aun poder defender su posición subordinada.

Así que, para Reich, la represión sexual produce un individuo adaptado al orden autoritario y que, a pesar de todo, se someterá a la miseria y degradación que le causan. El resultado concluyente es el miedo a la libertad, y una mentalidad conservadora y reaccionaria. La represión sexual ayuda al poder político, no sólo a través del proceso que hace a las masas pasivas y apolíticas, sino también fundando en la estructura de su carácter un interés en defender activamente el orden autoritario.

Así como su foco unidimensional en el sexo se ha visto relegado, sus análisis de cómo sentimos en nuestro la represión como algo adecuado para sobrevivir bajo la jerarquía es importante para entender por qué mucha de la gente más oprimida parece encantada de su posición social y del papel que juegan con ella. Para entender esta estructura de carácter colectivo y ver cómo sus formas también proporcionan a la humanidad con nuevas formas para trascender tales obstáculos al cambio social. Sólo desde la conciencia de la estructura del carácter de la gente, que impide que nos demos cuenta de nuestros objetivos reales, puede ser combatida ésta y asegurada la autodeterminación.

Lo irracional en política es una breve pero excelente introducción de Maurice Brinton a las ideas de Reich, que une sus intuiciones al socialismo libertario.

Categoría:A - ¿Qué es el anarquismo?


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