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Del desarrollo a la ecología social

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El Consejo de la Comunidad de Cliffdale, que había estado negociando letárgicamente con las autoridades municipales para conseguir mayor poder en los asuntos locales, comenzó a pedir a los residentes que pasaran a la acción directa, que levantaran calles pavimentadas que no fueran estrictamente indispensables para el tránsito y pusieran allí tierra de otras zonas donde había excedentes. Se juntaron la basura y los excrementos para apoyo y fertilizante del terreno, y en la primera temporada los jardines de la calle habían rendido ya sus verduras. David Morris de El poder del vecindario. [1]

Introducción

En un artículo titulado "La Sociedad Ecológica. Nuevos paradigmas, ecología y desarrollo", Francisco Vío Grossi rescata las ideas de Murray Bookchin, el más influyente pensador de la ecología social, afirmando que la sociedad ecológica es un concepto por construir. Intentaré participar en esa construcción continuando con la exposición de las ideas de Bookchin.

En este trabajo analizaré en primer lugar la praxis y el posible colapso del desarrollo. Más adelante expondré la manera como las sociedades se organizan para enfrentar situaciones de crisis adoptando modelos que no responden a la lógica capitalista.

Sostengo que al ser inviable a largo plazo el proyecto desarrollista difundido por el proto-Estado Global tanto por la destrucción que genera como por la crisis energética que se presentará entre el 2010 y el 2020 las sociedades humanas adoptan y adoptarán nuevas dinámicas productivas y conviviales fundamentadas en principios ecosociales.

Ha llegado el tiempo de decir ¡basta! al desarrollo. Convierte el presente de las mayorías sociales en un futuro siempre pospuesto. Ha llegado la hora de regresar al presente. Que el presente sea digno espejo para el futuro. El mito ha muerto, pero del cadáver insepulto brotan ya todo género de plagas. Ha llegado la hora de proceder al solemne funeral. Gustavo Esteva

Desarrollo

¿Ha muerto el desarrollo? Aún no. El supuesto básico de este concepto descansa sobre la alta valoración de la idea de progreso y modernidad que da prioridad a la producción material y el consumo como sinónimo de calidad de vida [2]. Hablar de desarrollo es hablar de capitalismo. Mientras más integrada esté una sociedad a la dinámica capitalista más desarrollada es. El desarrollo está más vivo que nunca, tan vivo está que ha adoptado una nueva identidad: ahora es humano y sostenible. El desarrollo, indica el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), debe, por una parte, posibilitar que todos los individuos aumenten su capacidad humana en forma plena y den a esa capacidad el mejor uso en todos los terrenos, ya sea el económico, el cultural o el político, y, por otra, crear una atmósfera en que las oportunidades puedan ampliarse para las generaciones presentes y futuras. Fomentar la libertad y la potenciación de las capacidades de la gente, generar pleno empleo y seguridad de vida, distribuir los beneficios equitativamente, promover la cohesión social y la cooperación y asegurar el desarrollo humano futuro son los objetivos del nuevo paradigma del desarrollo.

El discurso ha cambiado, pero la praxis sigue igual: los países desarrollados a través de sus agencias de cooperación y de los organismos internacionales que conforman la estructura ejecutiva del proto-Estado Global (OMC, OECD, FMI, BM, ONU -PNUMA, PNUD, UNESCO) hacen difusión en los países subdesarrollados del capital, la tecnología, las instituciones, los valores, las organizaciones y las actitudes psicológicas que permiten el progreso (desarrollo). El proyecto de la sociedad capitalista global debe ser evaluado por sus efectos, no por su discurso: millones de personas pierden sus medios de subsistencia y se ven forzadas a realizar trabajos cuyas condiciones lejos están del mundo feliz planteado por el PNUD; los centros urbanos crecen y las zonas rurales se pierden en la sobreexplotación y el abandono; se han profundizado los problemas humanos fundamentales; se ha deteriorado el medio ambiente; los agentes económicos concentran el poder, la información y las fuentes de creación de cultura; todo se privatiza: camas de hospital, pizarrones, bosques, residuos...; las decisiones son tomadas por cúpulas empresariales, militares, religiosas, académicas y políticas, lo que sienten y anhelan las comunidades no es considerado. El gran movimiento universal de democratización, indica Heinz Dieterich, se enfrenta a cuatro complejos de poder que determinan la arquitectura de la sociedad global: 1. el capital transnacional y su medio de realización, el mercado mundial; 2. el gran capital nacional, asociado al transnacional; 3. los Estados burgueses nacionales; 4. el protoEstado capitalista mundial. Esas cuatro estructuras de poder forman el nuevo sujetomundo que con la excepción parcial de los Estados nacionales del Primer Mundo y algunos del Tercer Mundo carecen de legitimidad y control democrático, pese a que sus decisiones suelen afectar el destino de la humanidad entera. Enfatiza Dieterich que nada en este sistema que tolera cada año la muerte de trece millones de niños por enfermedades sociales, i.e., fácilmente controlables con escasos recursos económicos indica que sus tendencias económicas inherentes o los intereses políticos que lo dominan, cambiarán el rumbo que ha mostrado Pedro F. Hernández de Comunidad y Sustentabilidad: las ideas de Vasco de Quiroga.

El discurso del desarrollo humano sostenible responde a esta lógica: promueve un proyecto político de dominación. La retórica del "universalismo en el reconocimiento de las reivindicaciones vitales de todos" ha sido el instrumento con el que ha intentado legitimarse el neoliberalismo durante la década de 1990.

La sociedad global que ha construido el capitalismo no ha muerto, pero está condenada: como toda sociedad compleja su fin está en su propia dinámica. Producción y consumo, industrialización y comercio, son las condiciones sine qua non del desarrollo; el medio: el crecimiento económico; el elemento que posibilita ese crecimiento: el petróleo.

Colapso

Para explicar el colapso que han sufrido las sociedades complejas a lo largo de la historia, Joseph A. Tainter recurre a los siguientes conceptos:

  • las sociedades humanas son organizaciones que solucionan problemas;
  • los sistemas sociopolíticos requieren energía para mantenerse;
  • el aumento de complejidad trae consigo el incremento de costos per capita;
  • la inversión en complejidad política como respuesta para solucionar problemas a menudo alcanza un punto de rendimientos marginales decrecientes.
  • Los rendimientos marginales decrecientes, en general, pueden presentarse a partir de las siguientes condiciones:
    • beneficios constantes, costos aumentando;
    • beneficios aumentando, costos aumentado más rápido;
    • beneficios cayendo, costos constantes;
    • beneficios cayendo, costos aumentando.

Tainter comenta que patrones de rendimientos decrecientes pueden observarse en las siguientes áreas en las sociedades industriales:

  • agricultura
  • investigación
  • inversión en salud
  • educación
  • dirección gubernamental, militar e industrial
  • productividad del PIB para producir nuevo crecimiento
  • mejoramiento de elementos de diseño técnico
  • minerales y producción de energía.

El hecho de que los sistemas que solucionan problemas evolucionen a mayor complejidad, costos mayores y rendimientos decrecientes tiene significativas implicaciones para la sustentabilidad. Señala Tainter que con el tiempo los sistemas que se desarrollan de esta manera o carecen de finanzas adicionales, fallan en la resolución de problemas y colapsan, o requieren de mayores subsidios de energía. La energía siempre ha sido y será la base de la complejidad cultural. Si nuestros esfuerzos para entender y resolver materias como el cambio global requieren incrementar la complejidad política, tecnológica, económica y científica, como parece será, entonces la energía accesible per capita será un factor restrictivo. Incrementar la complejidad sobre la base de suministros de energía decrecientes requerirá bajar el estandar de vida en todo el mundo. Mantener el apoyo político para nuestras inversiones actuales y futuras en complejidad requerirá un incremento en el suministro efectivo de energía o innovaciones técnicas, políticas o económicas que disminuyan el costo energético de nuestro estandar de vida. Descubrir esas innovaciones requiere energía, lo que subraya las restricciones de la relación energíacomplejidad. Ante la violencia, el hambre y la pérdida de población que traería el colapso, una alternativa es una relación "suave con la tierra": un cambio voluntario a la energía solar, energéticos verdes, tecnologías que conserven la energía y la disminución del consumo; esta es una alternativa utópica que sólo vendrá si un prolongado y severo infortunio en las naciones industrializadas la hace atractiva y si el crecimiento económico y el consumismo pueden ser removidos del reino de la ideología. Pero es más probable que en el futuro aumenten las inversiones para solucionar problemas, para incrementar la complejidad total y para disponer de más energía. Esta opción es determinada por la comodidad material que ofrece, por intereses creados, por una carencia de alternativas y por nuestra convicción de que esto es bueno. Hasta aquí Tainter.

En el Informe sobre Desarrollo Humano 1998, el PNUD indicó:

El crecimiento del uso de recursos materiales se ha reducido en medida considerable en los últimos años, y los temores muy publicitados de que el mundo agotaría recursos no renovables como el petróleo y los minerales han resultado falsos. Se han descubierto nuevas reservas. El crecimiento de la demanda ha reducido su ritmo. El consumo ha cambiado en favor de productos y servicios con menor densidad de materiales. Ha mejorado la eficiencia de la energía. Y el adelanto tecnológico y el reciclado de materias primas han aumentado la eficiencia del uso de materiales, que ahora crece más lentamente que las economías. Llamemos a esto desmaterialización [3].

Pero la "desmaterialización" del PNUD está descontextualizada. Colin J. Campbell y Jean H. Laherrère publicaron en marzo de 1998 en la revista Scientific American un artículo titulado "El fin del petróleo barato". En él indican que el descubrimiento y la producción de campos petroleros alrededor del mundo sugiere que en la próxima década la oferta de petróleo convencional será incapaz de satisfacer la demanda. Desde una perspectiva económica, que el mundo se quede sin petróleo no es lo relevante: lo que importa es que la producción comience a descender. Más allá de ese punto, los precios se incrementarán a menos que la demanda caiga considerablemente. Usando diferentes técnicas para estimar las actuales reservas de petróleo convencional y las que serán descubiertas, concluyeron que la disminución de la producción comenzará antes del 2010. Es probable que la producción alcance su máximo antes del 2020. "El mundo no se está quedando sin petróleo por lo menos aún no. Lo que nuestras sociedades encararán, y pronto, es el fin de petróleo abundante y barato del que dependen las naciones industriales", concluyen [4].

El agotamiento del petróleo provocará el alza en el precio del hidrocarburo, así como cambios estructurales en el sector energético en algún momento antes del 2020, con importantes costos de adecuación a las nuevas condiciones. El petróleo crudo es por mucho la mayor fuente comercial de energía. La creciente extensión del uso del petróleo para el transporte, para lo que no hay sustitutos disponibles aún, sugiere que un "shock" en la oferta tendrá un efecto de aumento de precios. Actualmente el petróleo es el origen de casi el 80 por ciento de la energía a nivel mundial y a partir de su destilación se producen combustibles y precursores petroquímicos que son el principio de las cadenas productivas de una gran cantidad de utensilios de uso diario, como el plástico, las tintas y la ropa, así como fertilizantes, pesticidas y pinturas. Del 30 al 70 por ciento de los costos de insumos intermedios de la producción agrícola en los países en desarrollo son directa o indirectamente relacionados con la energía. El petróleo provee el 50% del combustible utilizado para la extracción del carbón. Los próximos 100 años la obtención de energía de recursos fósiles (petróleo, gas y carbón) será negativa. Mantener la producción de bienes y servicios a los niveles actuales requerirá más energía de la que ahora generamos. Tener más energía en el futuro significa que la energía utilizada por los sectores noenergéticos de la economía deberá destinarse a la generación de energía. La dependencia de la agroindustria de combustibles fósiles, la disminución de la fertilidad de la tierra y la regeneración energética impuesta por la disminución de la calidad de los recursos forzará a la economía a destinar mucho más inversión a los sectores agrícola y energético como parte de un intento desesperado para mantener la ganancia agrícola; los presupuestos de los gobiernos disminuirán en términos reales cuando fracciones mayores de la economía sean destinados a los sectores agrícola y energético. Cuando la calidad de los recursos y la fertilidad de la tierra sigan descendiendo, la sociedad se verá forzada a asignar más y más capital a la agricultura y a la obtención de recursos, de esta manera la escasez de alimento, materiales y combustibles restringirá aún más la producción. Por último, la capacidad industrial disminuirá rápidamente afectando al sector agrícola y de servicios, que dependen de los insumos industriales [5].

Las estimaciones del PNUD no le dan a la disminución de la producción petrolera la importancia que merece. Quizá el PNUD confía en las medidas que aplicarán los países para disminuir el consumo energético, en especial su "adicción" al petróleo: el cambio tecnológico (utilización de energía solar, eólica, gas...) y las restricciones fiscales permitirán una transición estable. Hablar de cambio tecnológico y restricciones fiscales es referirse a mayor cantidad de dinero que requerirán las empresas y los consumidores. Como, según el PNUD, las naciones subdesarrolladas aumentarán su crecimiento podrán asumir el costo. Ahora bien, el crecimiento económico aumenta la demanda de energía ya que requiere mayor cantidad de combustible para las actividades industriales modernizadoras; al aumentar el crecimiento se incrementa también el consumo de petróleo per capita. El crecimiento que financiará la transición energética acelerará el agotamiento del petróleo.

La CEPAL informó a finales de 1998:

La estructura energética mundial, que tendría que adaptarse gradualmente hacia el año 2020 y luego con mayor intensidad para compensar la participación decreciente del petróleo en el suministro de energías primarias enfrentaría, en particular en los países en desarrollo, fuertes requerimientos financieros para que sea viable ese proceso de adaptación [6].

Esos "requerimientos financieros" no son considerados por el PNUD en su informe anual. Si a los requerimientos financieros que demandará la transición energética sumamos los que exigen los rubros sociales y ambientales, así como la inversión requerida para generar empleo, adquirir nueva tecnología en diversos ámbitos, capacitar a funcionarios públicos y cumplir con los compromisos de deuda, ¿de dónde surgirá el capital que necesitan los países latinoamericanos para "desarrollarse"? En 1999 el gobierno de México dejó de invertir en educación, salud y seguridad social, infraestructura carretera, superación de la pobreza, seguridad pública, agua y alcantarillado, defensa de la soberanía, y reformas estatales relacionadas con el federalismo y la impartición de justicia. Paralelamente, las políticas de ajuste se mantienen. ¿Podrá este país enfrentar la próxima crisis energética? La realidad mexicana es un ejemplo de lo que acontece en los países latinoamericanos. ¿En qué invertir los magros presupuestos nacionales? ¿Qué puede ser dejado para después? ¿Y el desarrollo humano sostenible?

El "nuevo paradigma" del desarrollo es inviable. Con la crisis económica que surgirá por el agotamiento del petróleo las sociedades latinoamericanas se verán obligadas a descender de la locomotora del progreso; la sociedad global carecerá de la energía para mover sus engranajes. Sin duda se utilizarán otras fuentes de energía y nueva tecnología (si es que hay petróleo para desarrollarlas), pero el ajuste económico y financiero así como los cambios políticos, sociales y culturales conformarán otro orden mundial. Con el agotamiento del petróleo terminará un periodo histórico, la civilización del hidrocarburo, el capitalismo global.

Después del colapso

No tiene sentido seguir hablando de desarrollo. Si bien el rechazo a este concepto surgió por sus devastadores efectos y por la imposibilidad de constituir sociedades sanas capaces de reproducirse y disfrutar de la vida a partir del crecimiento económico y la imitación del estilo del american way of life, la negación al desarrollo no surge sólo como un acto de resistencia o emancipación, sino ante la necesidad de comenzar a explorar modos de organización social dependientes de menor consumo energético y capaces de pensarse y autogestionarse a sí mismas.

Si las comunidades humanas, tanto urbanas como rurales, pretenden gozar de condiciones dignas de vida en un mundo en donde todo costará más deberán generar dinámicas que permitan la autosuficiencia. Lo que acontece en la Rusia postcomunista nos permite imaginar el futuro:

Para sobrevivir al apocalipsis económica los rusos se han aferrado en estos días a lo que ellos llaman "operación busca y guarda", cuyos principios básicos son: lo más lejos posible de la ciudad, donde cueste menos dinero y donde pueda organizar una economía de subsistencia (...). Según el periodista ruso Illarion Sergeev, para muchos ciudadanos de la hoy sufrida Rusia la clave de la supervivencia está en regresar al legado de la era Brezhnev, es decir, a ese pedazo de tierra llamada "sotka" (franja) que cada familia podía utilizar para cosechar patatas y verduras y soportar el largo invierno y que todavía poseen (...). De esta manera millones de rusos se han ido a pescar, recoger champiñones o cosechar vegetales a sus "sotkas" y se olvidaron de sus anteriores empleos [7].

La escasez de moneda es tal que el comercio privado sería imposible sin el trueque (...). Los rusos se han ingeniado solos para mantenerse a flote. Uno de los canales más socorridos son los laberínticos esquemas de intercambio que prevalecen en el país para asegurar la producción y la distribución. La magnitud de las transacciones que se llevan a cabo entre empresas con base al trueque es aplastante: tres cuartas partes... [8].

Trueque, cultivo de pequeños jardines, "sotkas", redes familiares y de amigos para abastecerse de productos, ocupaciones múltiples... son las estrategias de supervivencia en la Rusia capitalista ¿o postcapitalista?

Las estrategias utilizadas por los rusos se pueden encontrar en cualquier región de la aldea global. La crisis social, ambiental, financiera, económica, política, la futura crisis energética, la imposibilidad del capitalismo de ofrecer alternativas y su capacidad de crear problemas, obligan a explorar otras formas de producción y reproducción social.

Ahora bien, en la misma Rusia, pero en el siglo XIX, existió un sólido movimiento que se opuso al capitalismo. Los narodniki creían en la transición al socialismo (definido más por la igualdad entre las gentes y por el control comunitario de la producción que por la propiedad estatal de medios de producción) sobre la base de la comunidad campesina. La filosofía de este movimiento es rescatada. Indica Joan Martínez Alier:

Ante la pobreza, la degradación ambiental, y la explotación exterior, crecerá el neonarodnismo o neopopulismo ecológico y crecerá también la investigación histórica de este tipo de fenómenos sociales. Los narodniki eran socialistas y procampesinos a la vez, pero puede parecer que el neonarodnismo ecologista no sólo implica una actitud procampesino sino también una actitud neutral frente a la lucha de clases. El populismo no pone el acento en la diferenciación social. No obstante, en la medida en que el narodnismo ecologista es una defensa de una economía moral, de una economía ecológica, contra la penetración del mercado generalizado, el enfoque populista puede ser útil para entender el pasado y el presente de algunas luchas sociales en el Tercer Mundo, y también para ayudarlas en el futuro [9].

Por lo visto en Rusia y por el creciente número de personas que han decidido "regresar al campo" en las naciones industrializadas, el ecologismo popular no sólo tendrá (tiene) utilidad en Africa, Asia, América Latina y el Caribe.

La incipiente escuela del Neonarodnismo Ecológico reúne en sus análisis las aportaciones más interesantes de los estudios campesinos de los populistas rusos y el neopopulismo de Chayanov, junto con la apreciación desde la Ecología como ciencia por los logros históricos de las formas campesinas de manejo de los recursos naturales y de preservación y desarrollo de la biodiversidad y el respeto a unos valores morales que pueden parecer premodernos (precartesianos y precapitalistas) ya que consideran las relaciones entre los humanos y la naturaleza en términos de armonía, y no de subordinación o mercantilización. Pero el sujeto político potencial del ecologismo popular no es sólo el campesinado tradicional, también en muchas protestas urbanas y en conflictos industriales notamos la presencia de similares ingredientes [10].

Es el mismo espíritu que inspiró a los narodnistas el que lleva a Esteva a declararse en contra del desarrollo y a ser portavoz de las comunidades indígenas y campesinas en México:

Los ámbitos de comunidad no son meras divisiones administrativas, niveles adicionales de gobierno convencional. Son entidades culturales vivas, abiertas a la convivialidad y constituidas a escala humana. Están arraigadas en el pasado, pero no atrapadas en él: entre sus tradiciones está lo que permite modificar la tradición. Por su diversidad, determinada por la cultura y la historia, resisten activamente toda definición universal de la buena vida, todo emblema global homogeneizante. Afirmados en su pluralidad, reivindican su libertad y su derecho de construir por sí mismos su porvenir. Quieren ante todo reparar los daños causados por el desarrollo en sus debilitadas capacidades de transformación. Y quieren, finalmente, avanzar a paso firme sobre sus propios pies, en la variedad de direcciones que de su pluralidad emana, para crear un mundo en que sus diversas culturas puedan florecer y perdurar [11].

La alternativa a la pobreza, la destrucción ambiental, el desempleo, etc., no es el crecimiento económico. No un desarrollo que lleva en su raíz el origen de su insostenibilidad e inhumanidad: explotación de la naturaleza y el hombre. Es imposible construir una sociedad ideal porque las sociedades son cambio continuo, tanto por sus dinámicas internas como por los efectos que producen en ellas el medio ambiente y otras sociedades. En vez de pensar en estados terminales, debemos enfocar nuestras energías en la capacidad de las comunidades, de las personas que las forman, para organizarse. Es la organización social la alternativa para enfrentar los desafíos, los problemas que generó el desarrollo.

Ante la carencia de recursos financieros, la sumisión de los estados nacionales ante la voluntad del protoEstado Global, la voracidad de las grandes empresas y el oportunismo de los partidos políticos, las comunidades deberán buscar la solución a sus problemas, concebir estrategias que les permitan construir sus espacios de convivencia y reproducción, ser capaces de generar y mantener una ecología social.

Ecología Social

El Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES) define como ecología social "el estudio de los sistemas humanos en interacción con sus sistemas ambientales". Pienso que la definición del CLAES no capta la verdadera esencia de esta línea de pensamiento que, en palabras de Francisco Vío Grossi, es algo "radicalmente diferente a lo que el lenguaje del desarrollo y del cambio en América Latina nos tiene acostumbrados".

La ecología social está fundamentada en el naturalismo dialéctico, una filosofía que busca romper la aversión a la razón, a la acción y al compromiso social. Plantea una reestructuración fundamental de la sociedad según principios ecológicos.

Las técnicas contemporáneas, señala Murray Bookchin, revelan la posibilidad de una sociedad de postescasez, de abundancia. Pero así como la tecnología moderna contiene la promesa de liberación, es su inmensa capacidad para dominar lo que explica su uso como un arma del totalitarismo. Como es ampliamente adoptada, se transforma en un instrumento que extiende la opresión humana y la devastación ecológica amenazando a toda la biosfera. Bookchin visualiza una transformación tecnológica completa. Las tecnologías industriales deben ser remplazadas por ecotecnologías, técnicas de pequeña escala (incluyendo la automatización limitada) que realce la ecosfera en vez de dañarla y permanezca dócil al control local debido a su tamaño. Esas tecnologías podrían ser operadas en vecindades urbanas o en comunidades rurales mediante asambleas directas, caraacara. Estas asambleas constituyen las unidades básicas de la ecología social.

La naturaleza no es ni excesivamente frugal ni competitiva, por lo tanto, la escasez no es inherente a ella. Por lo contrario, la naturaleza es con frecuencia superabundante, muchas comunidades han vivido en condiciones de plenitud sólo con una labor mínima. La escasez no es innata a la naturaleza; más bien, existe una organización social de la escasez que entró en la experiencia humana con la creación de la primera jerarquía. La siguientes jerarquías, que se han desarrollado y proliferado enormemente a través de la historia humana, son la subyugación de la mujer por el hombre y de los jóvenes por los más viejos. La jerarquía antecede al capitalismo, a la estructura de clases y al estado, y puede sobrevivir fácilmente a su fallecimiento. Esto ocurre porque se ha infiltrado en cada resquicio de la vida humana y fomentado una sensibilidad jerárquica, una propensión para mirar todo en términos de dominación y sumisión. Pero esta sensibilidad permanece enraizada en una concepción errónea básica, una mala interpretación de las relaciones entre la humanidad y la naturaleza. La dominación sobre la naturaleza proporciona un paradigma fundamental para las otras relaciones jerárquicas. Todas las divisiones dañinas en la historia humana y el fatal dualismo de la filosofía occidental deriva de la separación fundamental entre humanidad y naturaleza, lo social y lo natural. Para remediar estas divisiones Bookchin propone la praxis de la ecología social.

La ecología social es una sensibilidad que incluye no sólo una crítica a la jerarquía y a la dominación sino una mirada reconstructiva que propone un concepto participativo de "otredad" y una nueva apreciación de la diferenciación como un desideratum social y biológico. Formalizada dentro de ciertos principios básicos, es también guiada por valores que enfatizan la variedad sin estructurar diferencias en un orden jerárquico. Participación y diferenciación son dos palabras que le dan significado. Promueve una ética de complementariedad en la cual los seres humanos deben cumplir un rol central preservando la integridad de la biosfera, por lo tanto hace énfasis en la necesidad de incorporar esta ética en instituciones sociales que den un activo significado a la meta de totalidad y de compromiso del ser humano como agente consciente y moral en el interjuego de las especies. La ecología social reconoce que el futuro del planeta depende del futuro de la sociedad. Sostiene que la evolución tanto natural como social no se ha completado. Debemos ir más allá de lo natural y lo social hacia una nueva síntesis que contenga lo mejor de ambas. Esa síntesis las trascenderá en la forma de una creativa, autoconsciente y por lo tanto "naturaleza libre" en la que los seres humanos intervendrán en la evolución natural con sus mejores capacidades su sentido moral, su pensamiento conceptual y sus poderes de comunicación.

Bookchin comparte su visión de una sociedad ecológica: las ciudades se descentralizarán en comunidades unidas a través de confederaciones; las comunidades estarán adaptadas sensiblemente en las áreas naturales en donde estén localizadas, esto significa el uso de ecotecnologías y del sol, el viento, el metano y otras fuentes de energía, el uso de técnicas de agricultura orgánica, el diseño de instalaciones industriales versátiles y a escala humana para satisfacer las necesidades regionales de las municipalidades confederadas. Significa también un énfasis no sólo en el reciclaje, sino en la producción de bienes de alta calidad que puedan durar por generaciones. Significa la sustitución de la labor insensata por el trabajo creativo y un énfasis en la producción artesanal sobre la mecanizada. Significa tener tiempo para participar en asuntos públicos.

Pero esta meta permanecerá como pura verborrea a menos que sea logística y socialmente tangible. Ninguna visión de una sociedad ecológica puede ser significativa a menos que tome forma política, entendiendo por política el ejercicio democrático que confronte propuestas, discusiones, explicaciones racionales y decisiones mayoritarias. El espacio político y económico de la ecología social es el municipio; el proyecto: el municipalismo libertario.

El municipalismo libertario reclama la esfera pública para ejercer la auténtica ciudadanía. Rechaza el estéril ciclo del parlamentarismo y la mistificación del mecanismo de los partidos políticos como medios de representación pública. El municipalismo libertario es un esfuerzo para trabajar desde incipientes o latentes posibilidades democráticas hacia nuevas configuraciones sociales radicales, una sociedad comunitaria orientada hacia la satisfacción de las necesidades humanas respondiendo a las exigencias ecológicas y desarrollando una nueva ética basada en la cooperación y el compartir. Exige una redifinición de la política en la que la gestión de la comunidad y las política públicas se realicen en asambleas caraacara basadas en la ética de la complementariedad y la solidaridad.

Una economía municipalista libertaria demanda una municipalización de la economía, no su centralización en empresas "nacionalizadas" o su reducción a diversas formas de control capitalista. Sostiene que no es utópico buscar la municipalización de la economía. Nuestra localidad no es sólo el espacio en el que vivimos cotidianamente, es también el auténtico espacio económico en el que trabajamos.

Desde el punto de vista de la ecología social, los "intereses" de propiedad deben ser generalizados, no reconstituidos en diversas formas conflictivas e inmanejables. Trabajadores, campesinos, profesionales tratarán con propiedades municipalizadas como ciudadanos, no como miembros de un grupo social o vocacional. El ciudadano que se involucre tanto en actividades industriales a escala humana como agrícolas y el profesional que también haga labores manuales dará nacimiento a las ideas comunales presentadas por la ecología social: individuos para quienes el interés colectivo es inseparable del personal, el interés público del privado, y el interés político del social.

El nivel superior del municipalismo libertario sería el Comunalismo, la "Comuna de comunas", la confederación municipalista que entraría en conflicto con el Estado.

Por la crítica que realiza Bookchin al sistema capitalista, a las jerarquías y el carácter revolucionario de sus propuestas es considerado como uno de los anarquistas sociales contemporáneos más importantes. La característica más creativa del anarquismo tradicional es su compromiso con cuatro principios fundamentales: una confederación de municipalidades descentralizadas, una firme oposición al estatismo, una creencia en la democracia directa y una visión de una sociedad comunista libertaria.

Bookchin sostiene que el naturalismo dialéctico forma el cimiento del mensaje fundamental de la ecología social: que nuestros problemas ecológicos básicos provienen de problemas sociales. "Pensar Ecológicamente" forma una transición directa de lo filosófico y ético a lo social y visionario. La filosofía, en particular el naturalismo dialéctico, no inhibe nuestro entendimiento de la teoría social y los problemas ecológicos, proporciona un medio racional para integrarlas en un todo coherente y para establecer una estructura que permita extender esta totalidad en direcciones más fecundas e innovadoras.

Sociedades ecológicas

La ecología social no sólo estudia las relaciones de las sociedades con sus ambientes, sino las relaciones entre los hombres que forman las sociedades. En su praxis busca cambiar el paradigma de dominación por uno en donde el y lo Otro se descubran como complemento.

Son las comunidades rurales, los pequeños pueblos y las vecindades de las grandes ciudades los espacios de la ecología social.

En la línea del pensamiento ecosocial latinoamericano destaca Víctor M. Toledo, quien, a partir de su experiencia con comunidades campesinas e indígenas en México, señala que frente a la presencia avasallante del modelo civilizatorio industrial existen dos focos principales de resistencia: la gama polícroma de movimientos contraculturales (postmodernos) que hoy existen en buena parte de los ámbitos urbanos del mundo, y aquellos enclaves del planeta donde la civilización occidental no ha podido aún extender o imponer sus valores, prácticas y empresas. Estas islas o espacios de preindustrialidad coinciden con aquellas regiones del orbe donde persisten formas contemporáneas de estirpe nooccidental derivadas de procesos civilizatorios de carácter histórico, enclaves predominantemente rurales en donde pueblos indígenas, campesinos, pescadores y artesanales confirman la presencia de modelos de organización humana distintos a los que se originaron en Europa. Aprovechamiento de la diversidad biológica, ecológica y paisajística de sus territorios; mínima dependencia de insumos externos (autosuficiencia); integración de prácticas productivas (i.e., policultivos, rotación agropecuaria, acuicultura); formas asociativas y cooperativas de producción, distribución y consumo para asegurar la equidad y la justicia económica, son algunas características presentes en estas comunidades. Estas prácticas, apunta Toledo, responden a la idea de equilibrio:

  • Equilibrio espacial: fundamentalmente dirigido a lograr y garantizar lo que se denomina una estabilidad del paisaje, a través del manejo armónico de las diferentes unidades eco/geográficas que conforman el territorio comunitario y su integración en los procesos productivos. Es éste también un principio inherente de la racionalidad campesina que permite y/o promueve la diversidad biológica y genética y el equilibrio de los flujos de materia y energía de los ecosistemas. Ello se logra mediante una distribución equitativa de las áreas dedicadas la agricultura, la ganadería y la producción forestal en el territorio comunitario, en oposición a todo intento por convertir los recursos naturales en un monótono "piso de fábrica" para la producción especializada.
  • Equilibrio productivo: en el casi siempre ríspido encuentro que se establece entre el valor de uso y el valor de cambio es decir, entre una racionalidad productiva dirigida a la subsistencia de los productores y otra que intenta con obsesión volcar todo lo que se produce hacia el mercado la sabiduría campesina siempre ha buscado alcanzar este equilibrio. Se trata entonces de adoptar una estrategia donde el valor de cambio (la producción volcada al mercado) se halle siempre bajo el dominio de los intereses de la comunidad y sus familias. No se trata por lo tanto ni de caer en el principio de la autarquía (supresión total del valor de cambio), ni en el infierno mercantil de la economía de mercado (supresión total del valor de uso). En este caso, la naturaleza (los intercambios ecológicos que garantizan la autosubsistencia) opera como una aliada [12].

Lograr el equilibrio comunitario (el justo medio entre los intereses del todo y los intereses de sus partes, es decir, entre los derechos e intereses colectivos o comunitarios y los derechos e intereses de las familias/individuos que forman la comunidad) para evitar los excesos del colectivismo y aprovechar las ventajas y potencialidades de los individuos y los núcleos familiares, así como lograr el equilibrio familiar (garantizar cierta armonía a escala familiar, es decir, armonía entre los individuos, sexos y generaciones mediante una adecuada alimentación, sanidad, educación, vivienda, información y esparcimiento) es el objetivo de estos modelos societales. La clave del éxito, concluye Toledo, ha sido la revitalización de muchos de los valores que contradicen el paradigma social dominante: conciencia comunitaria frente al individualismo; democracia de base frente a la democracia virtual; uso adecuado de los recursos naturales; acumulación colectiva, no individual, del capital.

Se podrá señalar que algunos de los principios de la ecología social están presentes en el discurso del desarrollo humano sostenible (cooperación, equidad). Para comprender la connotación de estos conceptos deben ser analizados en el contexto en el que surgen. Cooperación para un funcionario del Banco Mundial o de la ONU, para un político o intelectual urbano no tiene el mismo significado que para una asociación cooperativa campesina o comunidad indígena. Para los primeros es un concepto abstracto; para los segundos es una práctica cotidiana.

Conclusión

El fin del proyecto desarrollista que vendrá con el encarecimiento de los energéticos y el agotamiento del petróleo obligará a las comunidades a experimentar diversas alternativas para satisfacer sus necesidades elementales. Lo que ocurre ya en algunas comunidades indígenas, campesinas y urbanas en todo el mundo como estrategia de supervivencia o como estilo de vida adoptado voluntariamente, lleva a pensar que la humanidad comienza a vivir un nuevo periodo histórico: la sociedad ecológica.

No veo en el colapso de la sociedad capitalista global un proceso apocalíptico, al contrario: al agotarse el recurso energético que ha permitido la expansión del desarrollo las prácticas "modernizadoras" que aceleran la destrucción de ecosistemas y culturas dejarán de ocurrir. El fin del capitalismo no implica la sustentabilidad. Debemos reflexionar también en el proceso que impide el colapso: la organización comunitaria en diálogo con la naturaleza es lo que ha permitido a diversas sociedades humanas enfrentar las adversidades que han puesto en riesgo su existencia y trascender a una convivencia pacífica. La ecología social es el fundamento y el efecto del nuevo proyecto histórico. Aprendamos a hacer uso eficiente de las energías presentes en la naturaleza, en las sociedades y en nosotros mismos. Regresemos al presente.

De un modo u otro, detrás de la manifestación de toda energía hay atracción: sin atracción no se explican las cargas primarias de los elementos (a partir de lo subatómico) ni la dialéctica de la conducta humana; es decir, su perpetuo movimiento de opciones por el bien. Demócrito sospechaba que en todo ser sus compuestos más pequeños se atraían o repelían por simpatía. Y la actividad económica no es inmune a ella... Tal visión es, sin embargo, metafísicamente insostenible (sin mengua de su luminosidad poética), porque la simpatía sólo se encuentra y se implica en la libertad de la persona humana aunque no sea en el ejercicio reflejo de esa libertad. No sin razón exclama un pensador de Bizancio en el siglo XIII: "amo, luego existo".

Notas

  1. Fuente: Armando Páez G.
  2. Francisco Vío, "La Sociedad Ecológica. Nuevos paradigmas, ecología y desarrollo". En El Desarrollo Social. Tarea de Todos, Comp. Carlos Contreras, Santiago: Comisión Sudamericana de Paz, Seguridad y Democracia, 1994, p. 246.
  3. Heinz Dieterich en Chomsky, Noam y H. Dieterich, La Sociedad Global. Educación, mercado y democracia, México: Joaquín Mortiz, 1995, pp. 176 y 177.
  4. Véase la Sinopsis del Informe. Colin J. Campbell y Jean H. Laherrère, "The End of Cheap Oil", en Scientific American, marzo 1998, pp. 60 a 65.
  5. Véase el ensayo de Jay Hanson, "Requiem", Global Millennium Foundation, Canadá, 1998, http://www.dieoff.com.
  6. Diario Reforma, México, 16.12.1998.
  7. Diario Reforma, México, 19.11.1998.
  8. Isabel Turrent, en Reforma, México, 13.12.1998.
  9. Joan Martínez Alier, De la Economía Ecológica al Ecologismo Popular, Barcelona: Icaria, 1994, p. 263264.
  10. Ibid., p. 8.
  11. Gustavo Esteva en Lucero Jiménez (coord.), Derechos Humanos y Seguridad Económica y Ecológica: estrategias para un desarrollo sostenible en el siglo XXI, Cuernavaca: CRIM, 1995, p. 70.
  12. Víctor M. Toledo, "La utopía realizándose", en Ojarasca, México, agosto 1997, p. 6.