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MartaOliveri (Talk | contribs) (La religión, en todas sus formas, ha producido las peores catástrofes históricas que haya registrado la huimanidad) |
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Revision as of 23:18, 2 November 2010
MI UNICA RELIGION LA HUMANIDAD
ARTE POETICA Y “HOLOCAUSTOâ€
Si lo remitimos al origen, a la etimologÃa: un poeta es un hacedor, pero aquello que más vejado está entre la materia humana es la palabra. Resignificar lo que ya no tiene asidero, un canto rodado se precipita al abismo de los más cruentos imaginarios y el poeta le concede una estirpe única, pobre ingenuidad el ART poética, alguien podrÃa afirmar: la más valiente de las perogrulladas que al “hombre†dio por inventar.
El caso es que no estábamos en el terreno de inventos cuando nació esta criatura sino en el de la pasión. La pasión es un ser angustioso, el fuego devorador: más victima que victimario de lo que devora, el más perfecto esclavo porque aquel que sólo puede deslumbrar a expensas de una materia ajena, en sà mismo nada es.
La pasión del poeta es como el fuego: devoradora de su materia y su materia es nada menos que la palabra; su alma resulta de la conjunción de una agonÃa y una resurrección. Sólo podrÃa saciar este mal del hacedor el derecho legÃtimo a la acción, nada puede nutrirse eternamente de su oxÃgeno. Para no devorar su propia materia, el hacedor deberÃa poder hacer poesÃa del mundo. "La Hacedora de Palabras muere de pluma, ya incesante tecleo, viendo como sus fantasmas, sus almas múltiples no pueden salir de su metáfora". Asà es que el gran hacedor el Dios emergido de las huellas de un soberbio Yahvé, sólo puede emitir sombras y balbuceos, el alma que por otra parte ya es sólo una cadena fonética, puesto que no es inherente al alma ser localizable en un mapeo cerebral, ni le compete su origen bastarda hija de la bioquÃmica, (según últimos estudios cientÃficos del investigador Norteamericano Criek).
Malos tiempos estos para el poeta, las fibras del arpa duelen, se tensan y finalmente se quiebran, esas notas doloridas en sus cuerdas según nuestro desmerecido Bécquer, como pájaro yerto en la rama, no tendrá la mano de nieve que sepa arrancarla.
"Hemos llegado al fin de las utopÃas", siempre desde el inicio del neoliberalismo global, que se asevera semejante sentencia,- cada tanto la humanidad hace gala de nuevas cadenas fonéticas para definir la angustia de esta disonancia existencial: Apocalipsis,- Fin de las utopÃas – 2000 años separan la misma aseveración, sin embargo. el eco de los oráculos se mantiene, puesto que la base en que se sustentan es la misma.
El mundo pertenece al gran hechizo de lo que no podemos asir, la tierra en que habitamos,el cuerpo que somos es hostil y debemos combatirlo desde todas las infancias, la organización o la catástrofe, la maravillosa contradicción de una cultura ensoberbecida de su riqueza y las guerras que implÃcitas ya en su primer cimiento se preparan para dar cabida a un hecho tan absurdo como imposible de extirpar : el sentido de las acciones llamadas históricas que invariablemente deben navegar entre la panacea y la tragedia, entre la santidad y la crueldad extrema.
El aberrante mito de pertenecer a una raza e incluso a una especie: la humana,nos ha llevado a esta dolorosa mutación.
La gran fantasmagorÃa de la realidad supone que somos raÃz, y el dolor de tantos genocidios pone un inapelable motivo a esta suposición. No es cierto que haya judÃos, musulmanes, cristianos, hay diversidad de culturas, sólo diversidad. Pero la identidad dolorosa, la que hace que supongamos que es el dolor,la infamia de los monstruos sobre un gran número de seres humanos como somos los judÃos,el que redime nuestra condición. Los Nazis no escatimaron como dice Tomas Abraham en ningún tipo de discriminación: ni de clase, ni de religión, ni de ideologÃa; no tuvieron piedad por ni por los niños ni por los ancianos ni por los enfermos: al contrario, el sadismo cayó como una guillotina sobre el más débil. El Filósofo Adorno dijo que después de Auschwitz no queda lenguaje… Pero entonces ¿quienes son los que han tomado la palabra, los nazis o los judÃos?
En mi opinión, la negación de la palabra, el sionismo como meta espiritual es un legado de la discriminación histórica padecida. Ser judÃo si algo significa es dejar de serlo de infranqueable manera, es abrirse de corazón a todas las formas de la expresión humana, es arribar a un lenguaje tan universal que se articule en un todo cono el amor, ese acto hasta ahora imposible de llevar a cabo. Cuanto más pienso en el dolor inútil, en la barbarie a la que hemos sometidos más lejos estoy de mi origen étnico y más cerca de mi sÃntesis espiritual: judÃa, cristiana, árabe, europea, argentina, son motes que defienden el origen de la cultura del horror lo que deberÃa de dejar de ser nombrable es este mismo horror. El nombre de los genocidas deberÃa ser desterrado al olvido, no sus acciones.
Crear una nueva tierra implica el gran esfuerzo de aprender a ignorar. La memoria del olvido nos recuerda que fuimos sufrientes, pero sobrevivir no es la clave, ser sobreviviente es aceptar el numero que nos estigmatiza, al igual que los monumentos de la memoria, coincido plenamente con Tomas Abraham son estos actos de lujuria del dolor.
HabrÃa que inventar otro idioma para sanar una historia atravesada por una lengua suicida.
Marta Oliveri