− | Como principio formador del argumento ético y filosófico-polÃtico del liberalismo moderno, la idea de naturaleza humana ha jugado un rol fundamental. La experiencia y evolución de los modelos e ideologÃas polÃticas a través de la historia de las sociedades, basados principalmente en teorÃas económicas, han cimentado la conciencia mundial con la estentórea idea de que la condición humana rige sus acciones en un ethos común e inherente a todos, denominado "naturaleza humana". Este concepto, esgrimido principalmente por los teóricos liberales, intenta explicar un aspecto de la historia de la humanidad que deviene secuencialmente de un modelo filosófico naturalista que ubica como premisa principal la idea de leyes naturales que pre-determinan la acción humana, es decir, el "hombre" es considerado como una consecuencia de aspectos naturales independientes de su propia humanidad, de modo tal de convertirse en un limite a su autonomÃa y voluntad propias. Todas las ideologÃas burguesas requieren de esta noción para poder sustentar sus fundamentos, con el ilusorio y disipado objeto de hacernos creer que es imposible vivir sin estado, sin instituciones, y sin dinero como único medio de intercambio. El propio estado autolegitima su institucionalidad a través de un supuesto pacto social que realizan los hombres debido a la terrible guerra de todos contra todos en un estado de naturaleza, en el que sin instituciones que limiten su “libertad natural†para alcanzar la “racional†“libertad civilâ€, se destruyen unos a otros por sobrevivir, precisamente por esta idea de naturaleza humana en la que el hombre por “naturaleza†tiende a su autodestrucción. Si atendemos esta particularmente risible pero inteligente idea de "naturaleza humana", nuestra conciencia se predispone inmediatamente hacia la idea del hombre como un ser egoÃsta, acaparador y violento, incapaz de resistir sus impulsos de sobrevivencia sin el atajo de un "estado de derecho" o de otras formas o aparatos ideológicos dominadores. ¡Esto es absolutamente falso!, el ser humano no es un ser predeterminado por leyes naturales, el hombre no es bueno ni malo, el hombre considerado como ente particular real es libre de elegir y decidir sus actos, más aun: el ser humano es la libertad en sÃ. Una voluntad polÃtica que depende de la noción de naturaleza humana para sustentar su ánimo de triunfo, considera necesariamente a la humanidad como un universo homogéneo, en el que las partÃculas que lo conforman, se consideran como meros accidentes y no como parte esencial de la misma, desatendiendo autoritariamente la subjetividad propia de cada individuo. Si somos capaces de comprender esta idea, seremos capaces al mismo tiempo de comprender que las clases dominantes desde hace quinientos años, manipulan y administran estratégicamente nuestra voluntad polÃtica, nuestra voluntad revolucionaria. De ahà su mediocridad, su intento de reducirnos, de homogeneizarnos, de limitarnos. Creemos ser libres, creemos en el valor supremo de la libertad y sin embargo obtenemos siempre como resultado algo totalmente opuesto al fin de este valor: la opresión, el autoritarismo, envueltos siempre bajo el velo de la tolerancia, de la diversidad, del pluralismo. Ese es el arma más inteligente de los demócratas, y supone una razón lógica: el sistema se encarga de enajenarnos, vivimos en la enajenación, somos la enajenación. La única libertad de la cual gozamos se desenvuelve dentro del sistema y la legalidad. Para los grandes grupos económicos, de poder y principalmente para el estado en general, nuestra individualidad en estricto sentido, solo alcanza el nivel de instrumento, de objeto, de resultado de múltiples cosificaciones, cuyo valor es tasado en función de sus propias ficciones de equivalencia. A veces somos objetos, a veces cosas, a veces dinero, siempre productos, nunca libres, nunca humanos. La forma absoluta de vivir, asumir y disfrutar la libertad real, es comprendiendo de una vez por todas, que SOMOS la libertad, nada ni nadie puede impedir que la seamos, que la desarrollemos. Destruyamos, hagamos innecesaria la creación de instituciones que intenten controlar aquello por lo que luchamos, no por que no lo deseemos, sino porque realmente no las necesitamos. La esencia de la libertad haya su fundamento más fuerte en desatender cualquier lÃmite externo al propio ser humano, el lÃmite solo es interno, solo subjetivo, nunca general, nunca social. No existe nada natural en nosotros, ni siquiera necesidades, y es por ello que debemos, en el más amplio sentido de dicha acción, romper con toda estructura social que impida realizarnos en y por nuestra voluntad. Las necesidades son históricas, el sujeto es historia... De ahà que la lucha esté solo en nuestras manos! ¡Somos (aunque no lo sepamos) sujetos revolucionarios y debemos (aunque no lo deseemos) morir en el intento!
| + | ANARQUISMO = MIERDA. VOTA PP. |